domingo, 27 de septiembre de 2009

Conficiones!!! al fiin

Capitulo #13
Confesiones


En realidad, a la luz del sol, Bella me resultaba completamente normal. Claro que había que admitir que su hermosa piel blanca parecía tener ciertos reflejos.
A pesar de un tenue rubor, producido a raíz de su salida de caza durante la tarde del día anterior, su piel me resultaba demasiado atractiva, pero no era nada anormal, sonreí al pensar que tal vez ella haría algo que me sorprendería o me dejaría muerto de miedo…pero no lo hizo.
Ella yacía completamente inmóvil en la hierba, tenía una belleza indescriptible, parecía una diosa, era totalmente bella. Mantenía cerrados sus hermosos párpados aterciopelados, aunque no dormía. Parecía una estatua perfecta. La más hermosa de todas las estatuas de este mundo y del otro.
Sus hermosos cabellos castaños oscuros caían sobre sus hombros, sus labios rosáceos se mantenían cerrados, su respiración era acompasada. Realmente ella disfrutaba del sol.
Por supuesto que también yo disfruté del sol, aunque el aire no era lo bastante seco para mi gusto. Me hubiera gustado recostarme como ella y dejar que el sol bañara mi cara, pero permanecí sentado, con el mentón descansando sobre las rodillas, poco dispuesto a apartar la vista de ella, ya nunca jamás lo haría. Soplaba una brisa suave y fresca que alborotaba mis cabellos broncíneos y mecía la hierba alrededor de ella.
La pradera, que en un principio me había parecido espectacular, era ahora insignificante ante la belleza de Bella. Aun seguía intrigado, se suponía que tenía que mostrarme su problema con el sol ¿no? A mi parecer no tenía ninguno.
Sé que sonaría raro… pero tenía miedo, incluso ahora, a que ella desapareciera como un espejismo demasiado hermoso para ser real, me dolía el pecho de solo pensar que ella podía desaparecer, extendí un dedo con indecisión y acaricié el dorso de su mano, que descansaba sobre el césped al alcance de la mía.
Como las otras veces, su toque me resultaba electrizante; era algo que mandaba corrientes eléctricas a todo mi cuerpo y lo volvía loco. Cuando alcé la vista, ella había abierto los ojos y me miraba. Una rápida sonrisa curvó las comisuras de mis labios. Ella me devolvió la sonrisa.
— Debes de creer que estoy loca ¿no?—preguntó con despreocupación, aunque identifiqué una curiosidad real en el tono de su suave voz.
—No más que de costumbre. Dije sonriéndole nuevamente.
Su sonrisa se hizo más amplia. Vaya que el mundo era un lugar hermoso cuando ella sonreía.
Había algo que había querido hacer desde hace mucho…me pregunte si a ella le molestaría, me arme de valor poco a poco, me acerqué más y extendí toda la mano para trazar los contornos de su antebrazo con las yemas de los dedos. Contemplé el temblor de mis dedos y supe que el detalle no le pasaría desapercibido. Tal vez pensaría que le estaba faltando el respeto.
— ¿Te molesta? —pregunté temeroso, ya que había vuelto a cerrar sus preciosos ojos.
—No—respondió sin abrirlos—, no tienes idea de lo bien que se siente eso.
¿Ella había dicho lo que había dicho? Me sonroje inmediatamente.
Suspiró.
Siguiendo el suave trazado de las venas azules del pliegue de su codo, mi mano recorrió con suavidad su brazo, hasta el brazo de Bella me resultaba hermoso. Estiré la otra mano para darle la vuelta a la de Bella. Ella se giro bruscamente en un movimiento demasiado desconcertante, en ese instante casi estalle en pánico. Tal vez me había propasado.
—Lo siento —murmuró suavemente. Le busqué con la vista a tiempo de verle cerrar los ojos de nuevo—. Contigo, me siento…demasiado…yo.
Tenía mil preguntas que hacerle, pero ya habría tiempo para eso.
—Dime qué piensas —susurró. Al mirarle descubrí que me estaba observando con repentina atención—. Desearía poder leer tu mente.
Sonreí ante sus palabras, a mi me pasaba exactamente lo mismo.
—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo. Dije sonriendo por la mentira que acababa de decir.
—La vida es injusta— ¿me imaginé el matiz de pesar en su voz?—. No creas que he olvidado que no me has contestado.
—Bueno casi lo mismo que tu… —vacilé— y...bueno…y…
— ¿Y?
—Bueno quería estar seguro de que eres real. Y además deseaba no estar asustado.
—No quiero que estés asustado.
La voz de Bella era apenas un murmullo suave y apacible. Y me quede más tranquilo, si ella decía que no había que tener miedo, entonces le haría caso.
—No me entiendes…no estoy hablando de ese miedo—dije riéndome y dejándola perpleja—. Aunque creo que debería sentir la otra clase de miedo ¿no?
Se movió tan deprisa que ni la vi. Se sentó en el suelo, apoyada sobre el brazo derecho, y con la mano izquierda aún en las mías. Su rostro angelical estaba a escasos centímetros cinco centímetros del mío. Podría haber retrocedido, debería haberlo hecho, ante esa inesperada proximidad, pero era incapaz de moverme. Sus ojos cafeces me habían hipnotizado.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —murmuró mirándome inquisidoramente, se podría decir que eso solo hizo que mi corazón latiera desbocado.
Pero no pude contestarle. Olí su gélida respiración en mi cara como sólo lo había hecho una vez. Me derretía ante ese aroma dulce y delicioso. Me acerque más a ella sin pensarlo dos veces, el estar cerca de ella me hacía perder la cabeza.
Entonces, Bella desapareció. Su mano se desasió de la mía y se colocó a seis metros de distancia en el tiempo que me llevó enfocar la vista.
Permanecía en el borde de la pequeña pradera, a la oscura sombra de un abeto enorme. Me miraba fijamente con expresión inescrutable y los ojos oscuros ocultos por las sombras.
Me sentí avergonzado en totalidad, había sido demasiado osado.
—Perdóname Bella…yo…no quería. —susurré. Sabía que podía escucharme.
—Dame unos minutos…te lo ruego —replicó al volumen justo para que mis oídos lo oyeran. Me senté totalmente inmóvil y avergonzado. Las mejillas me ardían y estaba completamente seguro de que estaban de un color rojo desbordante.
Después de diez segundos, increíblemente largos para mí, regresó, lentamente. Se detuvo a pocos metros y se dejó caer ágilmente al suelo para luego entrecruzar las piernas, sin apartar sus ojos de los míos ni un segundo.
Suspiró profundamente dos veces, se mordió el labio y luego me sonrió disculpándose.
—No sabes cuánto lo siento —vaciló
—Que tonterías dices, yo me debo disculpar ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que sólo soy un hombre?
—Bueno entonces…nos disculpamos mutuamente ¿está bien? Además admitiendo que yo soy solo una mujer…y una muy peligrosa.
Asentí una sola vez, incapaz de hallarle gracia a algo. La adrenalina corrió por mis venas conforme fui comprendiendo poco a poco el peligro. Ella se dio cuenta de aquello y me sonrió burlonamente.
—Soy peligrosa Edward…no soy como mis hermanos, no brillare ante el sol como ellos, no cazare igual que ellos, no seré tan veloz como ellos, ni tan fuerte… no seré nada igual a ellos…pero soy peligrosa para ti, todo lo que soy te invita a venir hacia mi…mi belleza, mi todo; pero no necesito nada de eso.
—Estas tan equivo…
—No te atrevas a decir que estoy equivocada, te lo ruego no lo digas Edward.
No me atrevía a mirarla a la cara, necesitaba hacerlo pero no podía. Cuando alcé el rostro comprobé que de sus ojos caían lágrimas. Lagrimas de tristeza por lo que fuera que estuviera ocurriendo por su atolondrada cabeza.
Quise acercarme a ella y abrazarla, demostrarle cuanto me afectaba esto a mi también, cuando trate de hacerlo ella se levanto bruscamente de el suelo y me miro de una forma que jamás comprendí, había una infinidad de sentimientos en aquella mirada.
—Yo no soy especial…no soy como ellos, ni siquiera yo misma sé que soy. No soy nada. Dijo ella entre desviando la mirada, las lagrimas caían a torrentes por su hermoso rostro y yo seguí como estúpido sentado en el suelo sin poder moverme todavía.
—Tú eres Bella Cullen, eres la chica más maravillosa…—no podía completar la frase. No podía abrirme a ella…si ella no sentía lo mismo que yo sentía mi corazón quedaría destrozado.
—No, yo soy para nada maravillosa, soy una maldita nada. —Las lagrimas no cesaban de caer y sus puños estaban crispados— No soy humana, tampoco soy vampiro, entonces ¿Quién demonios puede decirme que soy?
—Eres una buena persona. Dije yo mirando hacia el pasto, el miedo me había hecho su presa.
—Una buena persona es alguien que quiere matarte en este preciso instante… ¿te parece que estoy en lo correcto? —dijo esto con la voz llena de odio puro, con la cara crispada de furia.
Permanecí sentado sin moverme, temiéndole como no le había temido nunca. Nunca la había visto tan completamente libre de esa fachada edificada con tanto cuidado. Nunca había sido menos humana ni más hermosa. Estaba atrapado tal y cual la serpiente atrapa hipnotizando a su presa.
Un arrebato frenético parecía relucir en los adorables ojos de Bella. Luego conforme transcurrieron los segundos su expresión volvió a ser la de antes, una máscara intangible de dolor.
—No me tengas miedo —murmuró suavemente—. Te prometo... —vaciló—, te…juro que no te haré daño.
Lucia más preocupada de convencerse a sí misma. Suspire intentando hallar consuelo en las palabras de Alice. “Todo irá bien” me dije a mí mismo.
—No me tengas miedo —repitió en un susurro mientras se acercaba lentamente a mí. Con movimientos deliberadamente lentos para sentarse hasta que nuestros rostros se encontraron a la misma altura, a treinta centímetros.
—Te pido que me perdones, por favor —pidió ceremoniosamente—. Tengo un autocontrol increíble. No te hare daño.
Esperó a que yo dijera algo, pero yo me encontraba sumido en mis pensamientos, incapaz articular palabra.
—Hoy no me encuentro sedienta —me guiñó el ojo—. Créeme.
Ante esas palabras no me quedo de otra que reírme, su expresión ahora era dulce. Quizás, solo quizás… Alice tenía razón.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó tiernamente, extendiendo el brazo lenta y cuidadosamente para volver a poner su mano fría junto con la mía.
Miré primero su fría y lisa mano, luego, sus ojos, laxos, arrepentidos; y después, otra vez la mano. Entonces, pausadamente volví a seguir las líneas de su mano con las yemas de los dedos. Alcé la vista y sonreí con timidez.
—Y bien, ¿en dónde nos quedamos, antes de mi momento de pánico? —preguntó con las amables cadencias de principios del siglo pasado.
—Para serte sincero no lo recuerdo.
Sonrió, pero estaba avergonzada, sus mejillas la delataban.
—Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustado, además del motivo obvio.
—Ah, ya lo recordé.
— ¿Entonces?
Miré su mano y la acaricie. Los segundos pasaban.
— ¡Con qué facilidad me frustro! —musitó.
Estudié sus ojos y de repente comprendí que todo aquello era casi tan nuevo para ella como para mí. A ella también le resultaba difícil a pesar de los muchos años de inconmensurable experiencia. Ese pensamiento me infundió coraje.
—Tengo miedo, además de los motivos más que obvios, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería y de lo que está permitido.
Mantuve los ojos fijos en sus manos mientras decía aquello en voz baja porque me resultaba difícil confesarlo. Nunca había sido bueno revelando mis sentimientos.
—Sí es cierto—admitió lentamente—, ese es un buen motivo para estar asustado obviamente. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada.
—Lo sé. Desearía no desearlo pero no puedo…es más fuerte que yo.
—No sabes cuanto desearía ayudarte, te lo juro —no había el menor rastro de falsedad en sus ojos—. Debí haberme alejado cuando pude…pero no…me quede, fui masoquista y ahora no creo tener el valor ni la fuerza para hacerlo
—No quiero que te alejes de mí—susurré, mirándola fijamente hasta lograr que apartara la vista.
—debería hacerlo, debería irme en este mismo instante, pero no te preocupes…soy demasiado egoísta para hacerlo. Ansió demasiado tu compañía para hacer lo correcto.
—No sabes cuánto me alegra oír eso.
— ¡No te alegres! —retiró su mano, esta vez con mayor delicadeza.
— ¡No es solo tu compañía lo que deseo! Nunca lo olvides jamás. Nunca olvides que soy más peligrosa para ti de lo que soy para cualquier otra persona.
Se calló y le vi contemplar con ojos ausentes el bosque.
Medité sus palabras durante unos instantes. La comprendía la perfección.
—Creo que comprendo a lo que te refieres.
Bella me miró de nuevo y sonrió con picardía. Su humor volvía a cambiar.
— Gracias por hacerlo—musitó—. Significa mucho para mí Edward...
Volvió a poner su mano sobre la mía, al parecer de forma inconsciente, y la sujeté con fuerza entre las mías. Miró nuestras manos y suspiró, sus mejillas adquirieron un color rosáceo precioso.
—Eres cálido…y sentir a alguien así es asombroso…el calor es asombroso.
—Cuéntame…porque dices que eres diferente a…tus hermanos.
—Bien…porque…
Transcurrió un momento hasta que puso en orden sus ideas y continuó:
—Bien, es porque ellos son muy buenos en casi todos lo que hacen; ellos jamás se caerían como yo eso puedo jurarlo.
Asentí sonriendo.
—Ellos son buenos en todo lo que hacen, Edward si no te habrás dado cuenta yo no soy nada igual a ellos. Ellos son súper fuertes, súper rápidos y tan hermosos. Hasta tú puedes pasar por uno de ellos.
Me reí por lo bajo ante esto ¿Qué acaso ella estaba ciega?
—No te rías Edward. Esto es importante
—Ok. Dije.
Le dediqué una sonrisa y ella me la devolvió con pesar.
—Y a tus hermanos ¿también les resulto…apetecible, de esa manera? — Ya sabía que me estaba arriesgando con esa pregunta. Pero sabía que tarde o temprano la haría.
—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Para mi tu hueles más que para los otros, tal vez para mis hermanos tú seas común y corriente…pero para mí eres totalmente lo opuesto.
Permanecimos sentados en silencio, mirándonos a los ojos el uno al otro en un intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.
Bella fue la primero en romper el silencio.
—Tal vez no sea la comparación adecuada. Para ellos eres como cual cosa, hueles bien…pero hasta allí ellos son como adictos que ya han superado su problema. Pero yo soy totalmente lo opuesto en lo que se refiere a ti. Me vuelves loca.
—Entonces ¿Tratas de decirme que soy tu marca de heroína? —le pregunté para tomarle el pelo.
Sonrió de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.
—Exactamente…tú eres mi marca de heroína. Demasiado apetecible para mi, que para los demás.
— ¿Sucede eso a menudo?
Miró hacia mis ojos pensando la respuesta.
—Hable con mis hermanos sobre eso —prosiguió con la vista fija en mi—. Para Jasper especialmente, todos los humanos son lo mismo. El es el miembro más nuevo de nuestra familia…y por esta razón su autocontrol no es nada bueno. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor —súbitamente me miró con gesto de disculpa—. Lo siento.
—No me molesta en lo absoluto. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea... Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate lo mejor que puedas, te lo ruego. —dije guiñándole el ojo. Solo Dios sabía lo que realmente ocurría en mi interior.
—Jasper no está seguro, por su naturaleza, de haberse encontrado alguna vez a alguien que le resultara tan… —Bella titubeó, en busca de la palabra adecuada—, tan apetecible tal y como tú me resultas a mí. Eso me hizo reflexionar bastante. Y bueno Alice, ella es tan linda conmigo que me dio mucha pena preguntarle. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por así decirlo, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que la otra.
— ¿Te ha sucedido antes a ti?
—Jamás…esta es mi primera vez.
— ¿Qué hizo Emmett con las personas? —le pregunté para romper el silencio.
Era la pregunta equivocada. Su rostro se ensombreció y sus manos se crisparon entre las mías. Aguardé, pero no me iba a contestar.
—Creo saberlo —dije al fin fingiendo perfectamente una sonrisa.
Alzó la vista. Tenía una expresión melancólica, suplicante.
—Hasta el más fuerte de nosotros recae Edward.
— ¿Qué me estas pidiendo entonces? ¿Qué te de mi permiso? —mi voz sonó más sarcástica de lo que pretendía. Intenté hablar un tono más amable. Se suponía que debía mostrarme comprensivo al fin de cuentas, ella se estaba sincerando conmigo. —. Discúlpame…quería decir ¿No hay esperanza?
Dios ¡Me encontraba allí tranquilo, hablando sobre mi muerte! Era de locos.
— ¡No rayos, no! —Se compungió casi al momento—. ¡Obviamente que hay esperanza! Me estoy refiriendo a que yo..., por supuesto que no voy a... —dejó la frase en el aire. —. Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzó... Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora. El ahora tiene mucho autocontrol.
Se sumió en el silencio y me miró intensamente.
—De modo que si nos hubiéramos encontrado... en... un callejón oscuro o algo parecido... —mi voz se fue apagando.
—Necesite de todo el autocontrol que pude, además te puse todo mi escudo protector…no quería hacerte daño —enmudeció y desvió la mirada—. Además cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos... bueno, demasiados años.
Se detuvo a contemplar los árboles. Me lanzó una mirada sombría mientras los dos lo recordábamos.
—Debiste de pensar que estaba completamente loca.
—Un poco de eso. Además pensé ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez...?
—Te odie porque con tu llegada habías destruido el mundo que había construido…mi vida que tanto tiempo estuvo rota por mi inseguridad, volvió a estar sin balance Edward…hacía varios años que no había probado ni una solo gota de sangre, y allí estabas tú… el chico nuevo, el hijo del jefe de policía…el nuevo personaje del pueblo…tentándome. El hijito de papá Masen, el hombre más correcto de todo este maldito pueblo, venia ahora a tentarme con su sangre.
Enmudecí antes sus crudas palabras.
»Pensé que eras un enviado del Diablo para tentarme y poner a prueba mi autocontrol, yo una insignificante nada…tentada por el más exquisito manjar sobre todo esta tierra, no era justo. Tú el ser más hermoso que he visto sobre la faz de la tierra venia a jugarme esta broma tan cruel. Cada vez que te movías en la clase cada vez que me mirabas de reojo, cada vez que te alborotabas el pelo…cada insignificante detalle tuyo hacia que mi garganta ardiera en llamas Edward.
»Por eso hui…para no verte, para no olerte, para que tu belleza no me resultara tan atrayente…porque eso eres para mi…eres el ser más perfecto sobre la tierra…hasta para ser un simple humano eres perfecto.
Para esos instantes grandes lágrimas rodaban nuevamente por los ojos de Bella, el corazón se me partía cada vez que la veía llorar, me toque la cara y comprobé que yo también lo hacía, yo también lloraba.
—Continúa por favor…
—Bueno para entonces cuando ya me encontraba lejos, con unos amigos de la familia, me di cuenta de que ¿Quién eras tú? Solo eras un humano, solo eso…un humano, y yo no iba a permitir que tú me separaras de mi familia. La familia que me acogió desde bebé. Yo no le quería fallar ni a Carlisle que es como un padre para mí, ni a Esme que es lo más cercano que tengo a una madre.
Así que volví, y e encontré distante conmigo…me alegre lo admito pero el que no me hablaras hacia que mi corazón se sumiera en la tristeza absoluta…sin tus penetrantes ojos verde esmeralda no podía vivir, sin tu sonrisa torcida no podía existir…así que te volví a hablar y tú me correspondiste.
»Entonces estuviste a punto de morir aplastado ante mis propios ojos. Más tarde pensé en una excusa excelente para justificar por qué había actuado así en ese momento, tú sangre y mi afición a ella nos hubiera delatado. Pero eso lo invente luego. En ese momento, todo lo que pensé fue: «No, el no». No me importo en lo absoluto lastimarme…eso no importaba, lo único importante eras tú.
Cerró los ojos, ensimismada en su agónica confesión. Yo la escuchaba con más deseo de lo racional. Dios, sí que estaba loco.
El sentido común me decía que debería estar aterrada. En lugar de eso, me sentía aliviada al comprenderlo todo por fin. Y me sentía lleno de compasión por lo que Bella había sufrido, incluso ahora, cuando había confesado el ansia de tomar mi vida. Yo se la daría gustoso.
Finalmente, fui capaz de hablar, aunque mi voz era débil:
— ¿Y lo que paso en el hospital?
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Estaba aterrada, no sabes cuánto. No podía creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo misma hubiera quedado a tu merced... De entre todas las personas de este mundo, tenías que ser tú.
Como si necesitara otro motivo para matarte —ambos nos atemorizamos cuando se le escapó esa frase, ella empezó nuevamente—. Pero tuvo el efecto contrario, sabes —continuó—, y me enfrenté con la vanidosa de Rosalie, Emmett y Jasper cuando sugirieron que ya no debías existir... Fue de todas, la peor discusión que habíamos tenido jamás. Carlisle obviamente se puso de mi lado, y Alice —suspiro al pronunciar su nombre—. Esme me dijo que hiciera lo que pudiera para quedarme.
—Me pasé todo el día espiando a las personas con quienes habías hablado, aunque Alice me había jurado que tú no nos habías delatado, estaba sorprendida de que hubieras cumplido tu palabra. Hice todo lo que estuvo en mi mano para permanecer lo más lejos de ti nuevamente. Y todos los días el aroma de tu piel, tu respiración, tus cabellos, tus ojos... me golpeaban con la misma fuerza del primer día. Y creo que aun mas.
Nuestras miradas se encontraron otra vez. Los ojos de Bella irradiaban dulzura.
—Y por todo aquello —prosiguió—, hubiera preferido delatarnos y matarte en aquel primer momento que herirte aquí, en este momento, sin testigos ni nada que me detenga.
Era lo bastante humano como para tener preguntar:
— ¿Por qué harías eso?
—Edward Anthony —pronunció mi nombre completo con cuidado al tiempo que me despeinaba mis más que alborotados cabellos cobrizos con la mano libre; las corrientes eléctricas volvieron a aparecer en mi cuerpo—. No podría vivir en paz conmigo misma si te causara algún daño —fijó su mirada en el suelo, nuevamente avergonzada y con las mejillas sonrojadas—. La idea de verte inmóvil, pálido, helado... No volver a ver cómo me miras, no ver jamás aquellos adorables ojos esmeraldas y esa sonrisa que tanto me encanta... Sería insoportable, sería como morir—clavó sus hermosos ojos en los míos—. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca jamás en toda mi existencia.
La cabeza empezó a darme vueltas y mi corazón estuvo a punto de detenerse ante el rápido giro que había dado nuestra conversación.
Desde el alegre tema de mi pronta muerte de repente nos estábamos declarando el uno al otro. Aguardó unos momentos, y supe que sus ojos no se apartaban de mí a pesar de fijar los míos en nuestras manos entrelazadas. Al final, dije:
—Tú conoces más que bien mis sentimientos, además creo que son más que obvios. Estoy aquí, lo que se traduce a que prefiero morir mil veces antes que estar lejos de ti un segundo más de mi vida —hice una mueca—. Soy un completo idiota.
—Sí que lo eres —aceptó con una risa.
Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.
Su mirada se perdió en el bosque y me pregunté dónde estarían ahora sus pensamientos.
— ¿Por qué...? —comencé, pero luego me detuve al no estar segura de cómo proseguir.
Bella me miró y sonrió.
— ¿Sí Edward?
—Porque te fuiste antes.
—Sabes el porqué.
—Claro, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal? Es que al parecer tendré que aprender algunas cosas si queremos que esto funcione. Esto, por ejemplo —le acaricié la base de la mano—, parece que no te sienta mal.
Volvió a sonreír ruborizada.
—Edward, no hiciste nada mal. Fue culpa mía y de nadie más.
—Pero si está en mis manos ayudarte…desearía hacerlo.
—Bueno... —meditó unos instantes—. Me comporte así solo por lo cerca que estuviste. Nadie jamás se me había acercado tanto…además…nadie que oliera tan bien, como tú hueles para mí.
Se calló mirándome para ver si me había asustado. Obviamente no lo hice…es más me sentía muy bien…”nadie se le había acercado” eso claramente aumentaba mi ego.
—De acuerdo, entonces —respondí alejándome rápidamente de ella, en parte lo hice para que se riera un poco… y valga mi gran mentira ya que yo no podía estar a mas de 1 metro lejos de ella—, estaremos a cinco metros de distancia.
Funcionó. Rompió a reír.

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