jueves, 13 de agosto de 2009

Capitulo #8 "Port Angeles"

Capitulo # 8

“Port Angeles”


Mike conducía un poco más deprisa que Charlie, por lo que estuvimos como a las cuatro de la tarde en Port Angeles, yo hubiera podido llegar mas rápido pero tal vez a ellos les hubiese asustado la velocidad de mi conducción, me reí ante mi pensamiento. Desde que llegue a Forks esta era mi primera salida con chicos de mi escuela, en Phoenix yo solo salía con mi selecto grupo de amigos; Steve y Nicholas, esto se debía a mi escasa vida social, ya que siempre prefería estar estudiando o paseando en el coche de mamá por el desierto de Arizona. Sonaba raro, pero bueno así era yo, un alma solitaria en busca de su propio equilibrio y felicidad.
Me hacía falta despejar la mente, claro que con aquellas vocecillas ruidosas que escuchaba de rato en rato, no ayudaba mucho en realidad.

Escuchamos algunas canciones de rock de los años sesenta, mientras Mike parloteaba sobre lo maravillosa que había estado su cena con Jessica y del cerca que estaban de darse el primer beso, paso que los llevaría al siguiente nivel, el noviazgo, creo que oí que se lo pediría en el baile. Esto me alegro en sobremanera, al fin podría dejar de sentirme culpable por rechazar a Jess.
Eric estaba contento de poder asistir al baile con Angela, aunque nos aseguro de que solo le interesaba como amiga. Mike intento hacerle confesar el tipo de chica que le gustaba, Eric era tímido en ese sentido.
—Bueno yo…—Dios Newton, déjame en paz…. ¿se burlara de mi si le digo que me gusta la profesora de Portugués? No mejor no le digo nada.
Mike iba volver a arremeter con sus preguntas asi que lo distraje.

—Mike, ¿hay muchos lugares turísticos en Port Angeles?
Me alegró poder haber ayudado a Eric, el me dio una mirada de agradecimiento.
Port Angeles era bonito, tenía una encanto y una especie de magia, era lujosa y comercial; o por lo menos mas que Forks. En sí, Port Angeles era un foco de atención para los turistas. Claro que Mike y Eric la conocían a la perfección, así que supuse que por lo apurados que estaban no me llevarían a conocer los alrededores.
Mike se dirigió hacia una calle totalmente comercial, al parecer el centro turístico. Dio la vuelta en una esquina y estacionó su Suburban en una vereda de la calle.
Mire hacia el frente de la calle mientras Mike y Eric se bajaban del coche, había una sastrería con una elegante apariencia. Se había anunciado que el baile seria de media etiqueta, al parecer ni Newton ni Yorkie sabían lo que eso se significaba. Mientras cruzábamos la calle les platique un poco sobre mi ante las insistentes preguntas de Mike.
Se quedaron con la boca abierta cuando les dije que jamás había asistido a un baile en Phoenix, en realidad no había tenido ni bailes ni citas favorables en Phoenix, las experiencias desastrosas de mis dos últimas citas a ciegas realizadas por mis amigos habían resultado un fiasco, no porque las chicas hayan sido feas o algo por el estilo, sino porque yo siempre arruinaba todo con mis comentarios fuera de lugar y por las raras preguntas que les hacía.
—Ósea que ni siquiera has tenido una novia o algo por el estilo…—No me lo puedo creer…y yo que pensé que Masen era todo u mujeriego.
Reí ante la ocurrencia de Mike a lo que él me miro de reojo, aun con la boca abierta.
—Bueno, tal vez solo una novia…pero nunca fue oficial, ella me obligo, creo que íbamos juntos a la primaria y ella creyó que yo era su novio. —recordé mi extraña experiencia, recuerdo que aquella niña me aterrorizaba, aunque a mi mamá le agradaba bastante, es mas decía que me casaría con ella algún día. Me estremecía ante este recuerdo.
—Vaya, creí que habías sido todo un Casanova en Phoenix—me dijo Eric mientras cruzábamos la puesta de entrada de la sastrería.
—Bueno, además jamás me han me han pedido que fuera a un baile…así que esa es otra razón. —dije naturalmente.
—Aquí te han invitado muchas chicas, además las más hermosas del colegio babean por ti. Pero tú no has aceptado ir con ninguna de ellas ¿Por qué? —Mike a veces hacia unas preguntas que me dejaban desconcertado.
—Bueno es que no sé bailar—les mentí para que dejáramos este tema por concluido. Yo era un excelente bailarín. Mi madre me había llevado a clases, la verdad es que ella tomaba las clases, creo que era en el tiempo en el que ella y Phil se conocieron.
—Ah, entonces eso responde todo—dijo Mike más relajado, ahora dirigiéndose hacia el vendedor, un señor de baja estatura y calvo. Aparentaba elegancia en su forma de vestir.
Miramos unos cuantos trajes, Mike no se decidía entre uno negro y otro azul oscuro…este tema de los trajes me aburría demasiado…era como cuando mi madre me llevaba a comprar ropa y me hacia llevar todas las bolsas…completamente aburrido.
—Me queda bien—dijo Mike haciendo diferentes posturitas de fisiculturista. Se veía ridículo, el traje era demasiado grande para él.

—Mike, Eric…les importaría si es que voy a buscar una librería—les dije ya no pudiendo contener mi fingido animo por las compras y todo eso.
—Pero…aun nos faltan los zapatos—se quejó Mike. Tengo que verme perfecto es anoche.
—Espéranos Edward, nosotros nos apuramos y vamos contigo, tal vez te pierdes o te pasa algo.
No quiero imaginar la cara del jefe Masen cuando le digamos que su hijo se extravió en Port Angeles. —Eric me caía bien, pero a veces…me irritaba, yo podía cuidarme solo, no necesitaba que ellos me cuidasen solo por ser hijo del Jefe de la policía.
—Descuida Eric, no me voy a perder—le dije seguro de mi sentido de la orientación.
—Bueno, entonces…ve pero no te tardes, te esperamos en el restaurant ese que vimos en la entrada de Port Angeles…se llama la Bella Italia —me dijo Mike mientas hacia que le ajustasen un poco su ancho traje. Cuando pronuncio el nombre de aquel restaurant mi corazón se contrajo de el dolor…se llamaba le Bella…Italia. ¿Qué estaría haciendo Bella en estos instantes?
Salí de la tienda oyendo unas voces:
Nunca debimos invitar a Edward, es un aburrido…hubiera deseado que Ben viniera, el sí que se divierte.
Seguro y era Newton…sabía que yo no era santo de su devoción.

Me fui directo hacia la zona turística, halle una librería pero me di cuenta de que no tenían lo que buscaba, ¿Qué acaso no habría una librería normal ni siquiera aquí? Todas tenían ese aspecto psicodélico de los 80´s y otras tenían el aspecto de un tipi indio. Tendría que acostumbrarme a la anormalidad de estos lugares.
Seguí caminando entre calles y calles con la esperanza de hallar una librería seria y bueno con más libros…mi caminata fue en vano solo termine agotado, me senté en una acera pensando como siempre en ella, en lo que ella estaría haciendo ahora…tenía que hacerme la idea de que nuestros planes para ir juntos a Seattle habían muerto, baje la cabeza y contemple el asfalto negó del suelo, la vida hubiera sido más fácil si jamás hubiera conocido a Bella, sumergido en mis pensamientos levante la cabeza y mire hacia al frente, vi un hermoso y reluciente Mercedez SLR Stirling de color negro, extrañamente parecido al de Bella.
Creí que estaba alucinando, tal vez mis pensamientos me llevaban hasta creer que ella está aquí, en Port Angeles. En verdad me estaba volviendo loco, primero escuchaba voces que resultaban ser los pensamientos de las personas, y ahora veía apariciones, ¿Qué seguiría después?
Me pare y volví a caminar con la esperanza de recuperar mi extraviada cordura, anduve calles arribas y calles abajo buscando cualquier cosa que lograra distraerme, pase por una tiendas de zapatillas y recordé lo vieja que estaban las mías, metí la mano en los bolsillos de mis jeans y conté el dinero, no me alcanzaba. Mike...y Eric- pensé

Ya se me había hecho muy tarde y ellos con seguridad se enfadarían conmigo.
Mientras caminaba se me hacía difícil recordar el camino de regreso, según yo había hallado un atajo, atajo que me llevo detrás de unas bodegas solitarias. Estaba comenzando a oscurecer, tenía que correr si quería llegar a tiempo.
Escuche unas fuertes risotadas, provenían de una de las bodegas de el lugar. Me detuve unos instantes y espere. Me puse a caminar nuevamente hasta que de pronto escuché su voz…la voz de Bella.
Me acerque hacia el lugar…las voces provenían desde detrás de las bodegas, localicé a Bella de inmediato y también localicé a los tipos que la rodeaban…no podía pensar que eran amigos de ella, no podía ser así. Me acerque más hacia donde ellos se encontraban y me quede quieto vigilando a Bella.
—Ya les dije que me dejen en paz, ustedes no quieren meterse conmigo…se lo aseguro—decía ella tranquilamente.
—Pero ricura como crees que te vamos a dejar ir sola—repuso uno de esos grotescos tipos. En ese instante las voces comenzaron a llenar mi cabeza.
Dios, esta mamacita está como quiere
—Dejarte preciosa…porque piensas que seriamos tan tontos.
Ojala y esta no se nos resista…o si no le va a ir como en feria…no quisiera arruinarle su preciosa carita.

—Déjenme pasar….se los advierto—les grito Bella, el grito de ella hizo que la sangre de mi cuerpo hirviera de furia contra esos tipos. No sabía que era exactamente lo que me pasaba, lo que si sabía es que yo haría pedazos a cualquiera de esos si se atrevían a tocar a Bella.
— ¿Quieren algo?..., ¿dinero, joyas…mi auto? Llévenselos pero ya déjenme en paz, déjenme gozar el privilegio de verlos malditos, sucios borrachos impertinentes —la seguridad con la que ella hablaba me sorprendía. Decidí salir y así lo hice.
Corrí hacia donde estaba ella empujándola atrás de mí, los tipos esos se me quedaron viendo con los ojos abiertos y se comenzaron a reír.
—Vaya… ¿este es tu salvador?...una rata de callejón es mas grande que este enclenque. —decía unos de los tipos que ahora sacaba una navaja de su pantalón grasiento. No me dio miedo en lo absoluto, es mas la adrenalina empezó a correr por mis venas, Bella seguía detrás de mi atónita.
— ¿Qué diablos haces Edward? —me susurro al fin ella enojada.
— ¿Acaso no es obvio? —Le respondí —Te protejo Bella. Ella bufo una risa totalmente enojada. ¿Qué acaso ella no comprendía que la acababa de salvar?
— ¿Salvarme….tu…a mi? —dijo ella aun en susurros.

—Ya déjense de niñerías. Nos interrumpió unos de los tipos, queriendo agarrar a Bella por atrás a lo que yo le di un empujón. Bella grito desesperada y el tipo la mando a callar:
—Cállate, lindura que no me tocare el corazón para dejarte una hermosa línea deforme en tu bello rostro y a tu amiguito lo destajo en dos.

—A ver quien destaja a quien— le respondí furioso.
—Ya Edward, basta—me dijo Bella agarrándose de mi brazo y jalándome hacia donde estaba su coche. A quien rayos se le ocurriría traer un lujoso coche último modelo por estos lugares….bueno…a Bella se le ocurrió.

—No tan rápido tortolitos—nos dijo el que parecía ser el líder de ese grupo. Maldito niño, ya nos fregó la diversión.
—Llamare a la policía si no nos dejas ir. Le dije con toda la serenidad posible.
Ellos no se inmutaron ante esto.

Hazlo niño idiota, sabes que no hay ningún policía por aquí.
—Otra sabia idea geniecito—dijo Bella echando chispas de enojo.
—Pues…sabias que fue el jefe Charlie Masen el que me trajo a Port Angeles, de seguro y me debe estar buscando.
— ¿Charlie? ¿El jefe de la policía de Forks? —dijo uno de ellos con miedo. Si, habían mordido mi anzuelo.
—Sí, el mismo…creo que vinieron a nose que a Port Angeles, mi padre le pidió que me trajera. Me he tardado de seguro y debe estar buscándome, pero veo que a ustedes le importa muy poco así que…roben el coche…Charlie lo encontrara.
—Vámonos Random, si es que él dice la verdad nos volverán a meter a la cárcel.
Mierda sabia que no debía venir, maldito Randy me las va a pagar.
—Si, Randy hazle caso al idiota de tu amigo. —mi juego me estaba saliendo a la perfección, el arte de la persuasión siempre se me dio fácilmente.

—Cállate maldito niño rico…si nos mientes te juro que te buscaremos por todos lados y te vamos a matar maldito. La maldita suerte…ese coche era hermoso.
—Como prefieras…esto creo que escuche la voz de Charlie.
Los tipos echaron a correr en un dos por tres, me dio un ataque de risa…es que había sido graciosísimo de verdad, ¿Cómo los pude haber convencido tan fácil?
—Vámonos Señor mentiras, antes de que ellos confirmen que les mentiste y te vengan a matar. Bella estaba que echaba chispas de el enojo.
Ella se dirigió a hacia su coche negro y yo me quede sentado parado en el callejón. Bella me miro con los ojos abiertos.
—Entra ya! —me grito enojada.
— ¿Quieres que entre en tu coche?
—Edward…maldita sea no te hagas el gracioso y dentra al maldito coche ya!! ¿Qué acaso quieres morir?
—Bueno. Fue sinceramente lo único que pude decir. Jamás había escuchado a Bella maldecir. Me sorprendía.
—Ven, vámonos antes de que se levanten, Edward. Dijo Bella, esta vez preocupada, hubiera jurado que ella estaba conteniendo la respiración, pero tal vez solo fue mi imaginación. No articule ni una sola palabra, solo la obedecí y me subí en su lujoso coche, ella entro después de que yo entrara mirando con coraje a los tipos. Bella cerró la puerta del coche con un portazo tan estridente que mis oídos me dolieron.
Bella estaba terriblemente nerviosa, y además conducía terriblemente.
— ¿Quieres que yo conduzca? —le pregunte rompiendo el silencio
—No, es mí…coche y yo…lo conduzco—respondió ella enojada nuevamente.
—Bueno…te puedo hacer una pregunta—dije sin esperar su respuesta— ¿Te has enfadado conmigo?
— ¿Qué? —Respondió ella enfadada—Como es piensas que puedo estar enfada contigo, digo tu no nos metiste en más problemas o me equivoco. Bella usaba el sarcasmo de una forma excepcional.

—Ah, es que tu voz…pareces molesta—dije indiferentemente no queriendo continuar con esa pelea que se nos acercaba a cada instante. Intente concentrarme en escuchar las voces, pero nada…no las escuche… ¿Qué acaso solo escuchaba las voces indeseables? Me irrite y solté un suspiro, luego me recordé de mi extraña persuasión y de los idiotas de los tipos….solté una risa
Bella me miro y frenó desprevenidamente el auto. Aquello hizo que yo casi saliera volando por el parabrisas. ¿Qué había yo hecho mal?
— ¡Diablos! —grito ella enojada. Su reacción me sorprendió
— ¡¿Qué demonios te pasa Bella?! —dije preocupado y asustado a la vez.
—Nos iban a matar…estaban a punto…y todo por tu culpa y tu…y tu… ¿te ríes?
—Ya cálmate…ni que fuera para tanto Bella.
— ¿No es para tanto Edward?...de veras y tú tienes un serio problema, estas totalmente loco.
—Bueno, eso ya lo sabía—dije riéndome aun mas.
—Estas completamente loco y eso no es una pregunta…como se te ocurrió ir a salvarme…yo iba a salvarte a ti.
Capte rápidamente sus palabras.
—Y tu como lo sabías?
—Alice me lo dijo. Entonces en ese instante ella callo repentinamente. Al parecer ella me había dicho cosas demás. —Olvida lo que te dije…te lo ruego.
—Así que Alice te lo dijo. Repetí en susurros.
—Ya olvídalo Edward, además el tema era el de el porqué se te había ocurrido la loca idea de salvarme.
—Bueno…soy un caballero y los caballeros rescatan a las damas en peligro ¿no?
—No me hubieran podido hacer nada…de todas maneras, esos estúpidos ni siquiera iban a poder tocarme un solo pelo.
—Y eso…
—Tengo una especie de escudo, solo que no lo puedo trabajar muy bien…se me da bien el protegerme a mí misma. —ella espero una reacción de pánico de mi parte pero nada.
—Vaya… un escudo…eso es muy cool ¿sabías?
Ella me miro desconcertada, su expresión altanera y enojada se había calmado, no me había dado cuenta lo hermosa que se veía Bella en la oscuridad de la noche… ¿noche?...Mike, Eric…
—Bella, tenía que reunirme con Eric y Mike en un restaurant cerca de aquí. —dije sin ganas, lo que mas quería era estar con ella.
—Bueno, pero yo te llevo— dijo ella volviendo a encender el auto rápidamente y volvió a conducir tan mal como hace rato dando vuelta en una curva, cuando me di cuenta ya habíamos llegado al restaurant, se me hizo raro…yo jamás le había dicho a Bella a que restaurant tenía que ir.
Cuando ella detuvo el coche me dijo:
— ¿Qué esos no son Mike y Eric? —y si, definitivamente eran ellos y se estaban yendo…supuse que estarían echando chispas de enojo.
—Espera un momento, ya vuelvo—le dije a Bella abriendo la puerta y saliendo de su lujoso coche.
— ¡Eric! ¡Mike! —les grite, por suerte ellos dos dieron la vuelta y me vieron…sus expresiones no eran para nada buenas.
Ellos vinieron caminando hacia mi dirección y me dieron una nada amistosa mirada. Bella estaba parada al lado mío ahora.
—Dónde demonios estabas, te llámanos miles de veces.
Rayos papá va a matarme por la culpa de este idiota.
—Lo siento, es que nos encontramos en la calle y nos pusimos a platicar—le dijo Bella dulcemente a Mike. Mike y Eric se quedaron con la boca abierta.


Dios que sexy es Isabella y más aun cuando habla….maldito Edward.

—Si paso eso…—respondí sorprendido… ¿Qué acaso Bella no estaba enojada?
—Bien Edward vámonos, mi padre va a matarme tenía que dejar el auto en casa a las siete y ya son las siete y media.
—Ah, sí claro…nos vemos Bella—le dije con agonía. No quería dejarla y si los tipos la atacaban de nuevo, me moría de solo pensarlo. Así que me anime

.
—Bella te vas a quedar más tiempo aquí en Port Angeles?
—No…ya me iba…esto Edward…no quieres cenar conmigo? Las bocas de Mike y de Eric estaban totalmente abiertas y para confesarlo la mía también.


—Edward…no podemos…tenemos que irnos—susurro Mike recuperando al cordura y saliendo de la impresión.

—Yo te puedo llevar Edward, si es que ese el problema para ti Mike. —el tono de Bella ahora no sonaba nada amistoso. Mike se le quedo mirando un buen rato. ¿Cómo es que Masen consigue a las más bonitas siempre?

Reí ante esto…me parecía totalmente ridículo. Bella no era solo bonita, era mas que eso.
—Claro, Bella—respondí Eric—Si tú lo llevas todo perfecto… ¿no es así Mike? Además creo que tenía un trabajo de Biología que discutir, ¿te recueras que me hablaste de eso Edward? Ojalá y Edward algún día me pague por esto.
Y claro que lo haría, Eric había salvado la noche.
Cuando Mike y Eric se marcharon, debo añadir que Mike aun no salía de lo sorprendido, Bella y yo entramos en el pequeño pero acogedor restaurant.


Era temporada baja para el turismo en Port Angeles, por lo que el restaurante no estaba lleno. Comprendí el brillo de los ojos de nuestra anfitriona me evaluaba Vaya que esta guapo. Nos dio la bienvenida con un poco más de entusiasmo del necesario. Me sorprendió lo mucho que me sonroje. Bella emitió un bufido bajo pero enojado y reprochador a la vez. Era mi imaginación o Bella estaba celosa.

— ¿Tienen una mesa para dos? —preguntó Bella con voz amenazadora lo pretendiese o no. Su voz a veces sonaba muy posesiva y este era uno de esos a veces.

Vi cómo los ojos de la rubia se posaban en mí y luego se desviaban, satisfecha por mi evidente normalidad y la falta de contacto entre Bella y yo. Nos condujo a una gran mesa para cuatro en el centro de la zona más concurrida del comedor.

Bella estaba punto de sentarse cuando le hable a la anfitriona y le dije:
— ¿Tiene, tal vez, algo más privado? —insistí con voz suave y tranquila a la anfitriona.
—Naturalmente —parecía tan sorprendida como Bella. Se giró y nos condujo alrededor de una mampara hasta llegar a una sala de reservados—. ¿Algo como esto?
—Perfecto.
Le dedique una centelleante sonrisa a la dueña, dejándola momentáneamente deslumbrada.
—Esto... —sacudió la cabeza—. Ahora mismo les atiendo. Dios mío ese chico es todo un galán…esa sonrisa…Dios me lo quiero comer!


Se alejó caminando con paso vacilante.
—De veras, no deberías hacerle eso a la gente —me critico—. Es muy poco cortés y caballeroso de tu parte.

— ¿Hacer qué? Dije totalmente confuso.
—Deslumbrarla... Probablemente, ahora está en la cocina hiperventilando.
Aun seguía confuso.
—Oh, venga —me dijo—. Tienes que saber el efecto que produces en los demás.
Ladee la cabeza con los ojos llenos de curiosidad.
— ¿Los deslumbro? Vaya al parecer descubrieron mi táctica.
— ¿No te has dado cuenta? ¿Crees que todos ceden con tanta facilidad?
Ignore sus preguntas para yo hacerle otra.
— ¿Te deslumbro a ti?
—Con frecuencia —admitió levemente sonrojada.
Entonces llegó la camarera, con rostro expectante. La anfitriona había hecho mutis por el foro definitivamente, y la nueva chica no parecía decepcionada. Se echó un mechón de su cabello negro detrás de la oreja, y sonrió con innecesaria calidez.
—Hola. Me llamo Amber y voy a atenderles esta noche. ¿Qué les pongo de beber?
Bella no paso por alto el ella sólo se dirigía a mí. Bella me miró.
—Voy a tomar una Coca-Cola. Dije sin ánimo.
—Dos —dijo ella.
—Enseguida las traigo —me aseguró con otra sonrisa innecesaria, pero hizo como si no la hubiera visto. Ese niño esta súper lindo…ojala y esa niña no sea su novia, aunque esta muy bonita.
— ¿Qué pasa? —le pregunté cuando se fue la camarera. Tenía la mirada fija en mi rostro.
— ¿Cómo te sientes, pequeño mentiroso?
—Estoy bien —contesté, sorprendida por la intensidad.
— ¿No tienes miedo, o algo por el estilo...? y
— ¿Debería? Dije tranquilamente. En realidad estaba intentando escuchar las voces pero este se me hacía imposible.
Se rió entre dientes ante la perplejidad de mi respuesta.
—Bueno, de hecho esperaba que entraras en estado de shock ya sabes que a nadie intenta interrumpir un asalto a diario y vive para contarlo.
Su rostro se contrajo al esbozar aquella sonrisa dulce y tierna.
—Dudo que eso vaya a suceder —respondí después de tomar aliento—. Siempre se me ha dado muy bien reprimir las cosas desagradables.
—Da igual, me sentiré mejor cuando hayas tomado algo de glucosa y comida.
—No te preocupes por mi…tu eres a la que iban a saltar y ni siquiera pareces asustada ni nada por el estilo.
La camarera apareció con nuestras bebidas y una cesta de colines en ese preciso momento. Permaneció de espaldas de ella mientras las colocaba sobre la mesa.
— ¿Han decidido qué van a pedir? —me pregunto
— ¿Bella? —inquirí.
Ella se volvió hacia Bella a regañadientes. Yo elegí lo primero que vi en el menú.
—Eh... Tomaré el ravioli de setas.
— ¿Y usted?
Se volvió hacia Bella con una sonrisa totalmente fingida.
—Nada para mí —contestó.
No, por supuesto que no.
—Si cambia de opinión, hágamelo saber. Ojala y si para seguir viniendo a ver a este hermoso ser humano…ojala y fuera unos años más joven.
La sonrisa coqueta seguía ahí, pero yo no la miraba y la camarera se marchó descontenta.
—Bebe —me ordenó Bella.
—Claro y tu también deberías hacerlo— dije y comencé a tomar la Coca-Cola, no me di cuenta el momento en el que me la había acabado.
El frío del refresco se extendió por mi pecho y me estremecí.
— ¿Tienes frío?
—Es sólo la Coca-Cola —le expliqué mientras volvía a estremecerme.
—Eso te pasa por traer ropa tan ligera—me reprochó.
—Sí —dije sonriendo—. Vaya tu sí que eres peor que mi madre.
Me di cuenta de que ella no traía ninguna cazadora en ese momento, es mas llevaba puesta una blusa de manga corta color cereza y una ligero chal, aunque ella parecei no tener frio.
—Tú te debes estar muriendo de frio—le dije mirando la piel desnuda de sus antebrazos, era blanca, casi transparente pero aun así tenía un ligero tono rosáceo.
—No deberías preocuparte por mi Edward…soy más fuerte de lo que aparento serlo.
—Si…no tienes porque decírmelo…ya lo he notado.
—Eres muy observador sabias. Dijo mirándome seductoramente.
—Sí y creo que deberías estar muy asustada en estos momentos, pero bueno tu no eres normal ¿no?
Empujó la cesta con los colines hacia mí.
—No voy a entrar en estado de shock, de verdad —protesto.
—Pues deberías, una persona normal lo haría, y tú ni siquiera pareces alterada.
Daba la impresión de estar desconcertada. Me miró a los ojos y vi que los suyos eran claros, más claros de lo que anteriormente los había visto, de ese tono café achocolatado.
—Me siento segura contigo —confeso y luego murmuro—Esto es más complicado de lo que pensaba.
Tomé un colín y comencé a mordisquearlo por un extremo, evaluando su expresión. Me pregunté cuándo sería el momento oportuno para empezar a interrogarle.
—Normalmente estás de mejor humor cuando tus ojos brillan —comenté, intentando distraerle. Atónita, me miró.
— ¿Qué?
—Estás de mal humor cuando tienes los ojos oscuros. Entonces, me lo veo venir —continué—. Tengo una teoría al respecto.
Entrecerró los ojos y dijo:
— ¿Más teorías? ¿Qué voy a hacer contigo?
—No se…tu dime.
Mastiqué un colín al tiempo que intentaba parecer indiferente.
—Espero que esta vez seas más creativo, ¿o sigues tomando ideas de las películas de ciencia ficción?
Su sonrisa era burlona, pero la mirada se mantuvo severa.
—Bueno, no. No la he sacado de una película, pero tampoco me la he inventado—confesé.
— ¿Y? —me incitó a seguir, pero en ese momento la camarera apareció detrás de la mampara con mi comida.
Me di cuenta de que, inconscientemente, nos habíamos ido inclinando cada vez más cerca uno del otro, ya que ambos nos erguimos cuando se aproximó. Dejó el plato delante de mí y rápidamente se volvió para preguntarme:
— ¿No hay nada más que le pueda ofrecer? Pídeme lo que quieres guapo.
Capté el doble significado de sus palabras.
—No, gracias, pero estaría bien que nos trajera algo más de beber. —Bella y sus arranques. —
Ella señaló los vasos vacíos que yo tenía delante con su pequeña mano blanca.
—Claro.
Quitó los vasos vacíos y se marchó.
— ¿Qué decías?
—Te lo diré en el coche. Si... —hice una pausa.
— ¿Hay condiciones?
Su voz sonó dura. Enarcó una ceja.
—Tengo unas cuantas preguntas, por supuesto.
—Por supuesto.
La camarera regresó con dos vasos de Coca Cola. Los dejó sobre la mesa sin decir nada y se marchó de nuevo.
—Bueno, adelante —me instó, aún con voz dura.
Comencé por la pregunta menos exigente. O eso creía.
— ¿Por qué estás en Port Angeles?
—Siguiente pregunta.
—Pero ésa es la más fácil —objeté.
—La siguiente —repitió.
Frustrado, bajé los ojos. Moví los platos, tomé el tenedor, pinché con cuidado un ravioli y me lo llevé a la boca con deliberada lentitud, pensando al tiempo que masticaba. Tragué y bebí otro sorbo de mi refresco antes de levantar la vista.
—En tal caso, de acuerdo —le miré y proseguí lentamente—. Supongamos que, hipotéticamente, alguien es capaz de...protegerse a si mismo…y que tiene una especie de escudo protector que lo hace intocable pero que a los demás.
—Sólo a el mismo —me corrigió—, hipotéticamente.
—De acuerdo entonces, una solo el mismo.
Me estremecí cuando me siguió el juego, pero intenté parecer despreocupado.
— ¿Cómo funciona? ¿Qué limitaciones tiene? ¿Cómo podría ese alguien... protegerse si tiene que proteger a alguien más? ¿Cómo sabría qué decisión tomar?
— ¿Hipotéticamente?—Bueno, si... ese alguien...
—Supongamos que se llama Jo —sugerí.
Esbozó una sonrisa seca.
—En ese caso, Jo. Si Jo hubiera estado atento mis palabras, la sincronización no tendría por qué haber sido tan exacta —negó con la cabeza y puso los ojos en blanco——. Sólo tú que nunca me escuchas podrías haberme ocasionado un aprieto tan grande.
—Estamos hablando de un caso hipotético —le recordé con frialdad.
Se rió de mí con ojos tiernos.
—Sí, cierto —aceptó—. ¿Qué tal si la llamamos Jane?
—Cómo lo supiste? —pregunté, incapaz de refrenar mi ansiedad. Comprendí que volvía a inclinarme hacia ella.
Pareció titubear, dividida por algún dilema interno. Nuestras miradas se encontraron e intuí que en ese preciso instante estaba tomando la decisión de si decir o no la verdad.
—Puedes confiar en mí, ya lo sabes —murmuré—los amigos se confían sus cosas.
Sin pensarlo, estiré el brazo para tocarle las manos cruzadas, pero Bella las retiró levemente y yo hice lo propio con las mías. Eres un estúpido Edward.
—No sé si tengo otra alternativa —su voz era un susurro—. Me equivoqué. Eres mucho más observador de lo que pensaba.
—Creí que siempre tenías razón.
—Así era —sacudió la cabeza otra vez—. Hay otra cosa en la que también me equivoqué contigo. Siempre estás ahí cuando estoy en aprietos o cuando hay problemas siempre estás ahí…y irracionalmente siempre eres tu el que me salva aunque sea yo la que intente hacerlo…
Su rostro se volvió frío e inexpresivo. Volví a estirar la mano por la mesa, ignorando cuando ella retiró levemente las suyas, para tocar tímidamente el dorso de sus manos con las yemas de los dedos. Tenía la piel fría y dura como una piedra pero aun así se notaba lo suave que era.
—Gracias —musito con ferviente gratitud—. Es la segunda vez.
— ¿De qué? Le pregunte.
—Esta es la segunda vez que me salvas…
Su rostro se suavizó.
—No dejarás que haya una tercera, ¿de acuerdo? Me pregunte cual había sido la primera…que yo sepa, ella me había salvado a mí de morir aplastado por la furgoneta de Tyler.
Frunció el ceño, pero asintió con la cabeza. Apartó su mano de debajo de la mía y puso ambas sobre la mesa, pero se inclinó hacia mí.
—Te seguí a Port Angeles —admitió, hablando muy deprisa—. Nunca antes había intentado mantener con vida o proteger a alguien en concreto, y es mucho más problemático de lo que creía, pero eso tal vez se deba a que se trata de ti. La gente normal parece capaz de pasar el día sin tanta mala suerte.
Hizo una pausa.. Me miró fijamente, preguntándose tal vez por qué mis labios se curvaban en una involuntaria sonrisa.
Frunció los labios y me miró con los ojos entrecerrados mientras volvía a cavilar. Lanzó una mirada a mi plato, casi intacto, y luego a mí.
—Tú comes y yo hablo —me propuso.
Rápidamente saqué del plato otro ravioli con el tenedor, lo hice estallar en mi boca y mastiqué de forma apresurada.
—Seguirte el rastro es más difícil de lo habitual. Normalmente puedo proteger a alguien que este por lo menos cien o doscientos metros cerca de mí, pero tú estabas muy lejos, y créeme tu caminas muy rápido. —me miró con ansiedad y comprendí que me había quedado helado. Me obligué a tragar, pinché otro ravioli y me lo metí en la boca.
—Vigilaba a Mike Newton desde el aparador de la tienda sin mucha atención... Como te dije, sólo tú traer la mala suerte a Port Angeles. Al principio no me di cuenta de que te habías ido por tu cuenta y luego, cuando comprendí que ya no estabas con ellos, luego Mike y Eric salieron y yo les escuche hablando sobre ti…espere a que tu salieras pero nada ahí fue cuando escuche lo de la librería y fui a buscarte. Te puedo decir que sé que no llegaste a entrar y que te dirigiste al sur, te vi. Por las visiones de Alice sabía que tendrías que dar la vuelta pronto, por lo que me limité a esperarte. No tenía razones para preocuparme, pero estaba extrañamente ansioso... Alice me había dicho o de los tipos pero yo esperaba estar a tiempo allí para desviarlos.
Se sumió en sus pensamientos, mirando fijamente a la nada, viendo cosas que yo no conseguía imaginar. ¿Había dicho que su hermana me vio en una Visión?
—Estacione el auto y comencé a caminar... —enmudeció, rechinando los dientes con súbita ira. Se esforzó en calmarse.
— ¿Qué pasó entonces? —susurré. Bella seguía mirando al vacío por encima de mi cabeza.
—Recordé lo que Alice había dicho…ellos te atacarían y te harían daño—gruñó; al torcer el gesto, el labio superior se curvó mostrando sus dientes—, y vi que los tipos se acercaban y tu también entrarías en ese callejón en cuestión de segundos...
De repente, se inclinó hacia delante, con el codo apoyado en la mesa y la mano sobre los ojos. El movimiento fue tan rápido que me sobresaltó.
—Resultó duro, no sabes cuánto, dejarlos... vivos —el brazo amortiguaba la voz—. Te podía haber dejado ir con Mike y Eric, pero temía —admitió con un hilo de voz— que, si me dejabas sola, iría a por ellos y los haría pedazos.
—A mi me paso lo mismo—logre articular al fin—Yo sentí unas ganas tremendas de matar a los tipos…pensé que te harían daño.
—Edward…debiste hacerme caso…debiste irte así nada de esto hubiera ocurrido…así no te hubiese puesto en peligro…
— ¿Tú?... ¿me pones en peligro a mi? No sabía a qué se refería Bella.
— ¿Qué no te das cuenta de que la de la mala suerte soy yo?...yo soy la que te lleva por estos caminos…yo y solo yo.
—Vaya…eres un Yoyo—dije queriendo quitarle importancia al asunto. Ella me miro desconcertada y ambos nos quedamos así…mirándonos fijamente.
— ¿Estás listo para ir a casa? —preguntó ella al fin.
—Lo estoy para salir de aquí —precisé, inmensamente agradecido de que nos quedara una hora larga de coche antes de llegar a casa juntos… Juntos. No estaba preparado para dejarla ir tan fácilmente.
La camarera apareció como si la hubiera llamado, o estuviera observando.
— ¿Qué tal todo? —me pregunto coquetamente.
—Dispuestos para pagar la cuenta, gracias. —respondí sin quitar la vista de los ojos de Bella.
—Claro —tartamudeó—. Aquí la tiene.
La camarera extrajo una carpetita de cuero del bolsillo delantero de su delantal negro y me la entregó.
Bella ya sostenía un billete en la mano me sentí indignado ante esto así que empuje su mano hacia un lado y saca los arrugados billetes de mis bolsillos, traía lo justo y hasta me sobraba para una buena propina.
—Quédese con el cambio.
Bella sonrió y se puso de pie con torpeza.
—Que tengan una buena noche. Ojala y vuelas pronto tu solito amorcito.
Yo no aparte los ojos de Bella mientras le daba las gracias a la camarera. Reprimí una sonrisa.
Bella caminó muy cerca de mí hasta la puerta, pero siguió poniendo mucho cuidado en no tocarme. Recordé lo que Mike había dicho de su relación con Jessica, y cómo casi habían avanzado hasta la fase del primer beso. Suspiré. Bella me oyó, y me miró con curiosidad. Yo clavé la mirada en la acera, muy agradecido de ser yo el único que podía escuchar aquellas fastidiosas voces que a mi parecer fue raro no escucharlas en Bella.
Subimos en el coche de Bella y ella arranco rápidamente, se metió entre el tráfico, aparentemente sin mirar, y fue esquivando coches en dirección a la autopista. Al parecer no conducía tan mal después de todo.
—Ahora — me dijo de forma elocuente—, te toca a ti. Anda haz todas las preguntas.

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