jueves, 6 de agosto de 2009

Capitulo #7 "La Pesadilla" Parte 2

Capitulo #7
"La Pesadilla"


Parte 2


Bueno había llegado el momento de salir y enfrentarme a mis propias conclusiones...me pregunté si a Charlie le habría extrañado que me hubiera quedado casi una hora y media encerrado en el baño, así que fui a su habitación y toque la puerta...nadie respondió, una chispa de miedo entro por mi cabeza, Charlie no era joven, ya había envejecido...no es que tampoco fuera un anciano pero bueno...
Abrí la puerta de su habitación y no había nadie allí, baje a buscarlo pero igual, nadie...
Esto es raro...pensé para mí mismo, me dirigí hacia la ventana y me di cuenta que el coche patrullero de Charlie no estaba...Pesca.

Así que me dirigí hacia mi habitación y me puse la ropa más cómoda que encontré, unos jeans anchos y desgastados y un polerón de mangas largas color café, luego me puse a ordenar el monstruoso desorden de mi habitación, siempre he sido muy ordenado…solo que Forks me había cambiado bastante, siempre había sido muy chapado a la antigua.

Ya no podía retrasarlo más…fui directo hacia mi escritorio y encendí el computador de segunda mano que mamá había hecho comprara a Charlie, para que según ella…yo estuviera siempre en contacto con ella mientras venia de vacaciones a Forks a visitar a Charlie, eso había sido hace tanto.
Tenía que decirlo, el internet de Forks aprestaba…era tan lento. El internet de Phoenix era súper rápido comparado con esta porqueri…bueno con este fiasco de internet.
Mientras esperaba decidí ir a preparme un cuenco de cereales, baje a la cocina y me lo prepare. Comí a gusto y cuando acabe lave el pocillo y la cuchara que había ocupado, subí de nuevo a mi habitación y me encontré con la pagina Google. Mi buscador favorito.


Encendí de nuevo el reproductor y la misma música de anoche volvió a sonar, solo que esta vez le quite volumen, como para que quedara solo como música de fondo, me volví al computador y mire el buscador indeciso aun…Se valiente me dije y entonces teclee la palabra Vampiro.

La lentitud volvió.
Al final cuando la pagina termino de cargar, me sorprendió la cantidad de información que había allí sobre el tema…claro que era sobre películas, bandas de rock pesado, vestimenta gótica, series, etc. Entonces entre búsqueda y búsqueda encontré un sitio que si valió la pena, entre allí creo que se llamaba…Vampiros de la A a la Z…otro siglo esperando a que la página cargara…había demasiada información, no quería pasarme todo el día leyendo todos esos artículos…habían comentarios sobre gente del siglo pasado y gente contemporánea…En realidad me estaba desanimando hasta que di con un listado de diferentes clases de Vampiros. Hice click en varios, uno llamado Danag, otro llamado Estrie, otro Upier…en fin… varios, y las descripciones de estos eran escalofriantes, ninguno llego a coincidir con las descripciones de Leah.
Solo tres entradas de las casi 20 que leí atrajeron mi total atención…el rumano Varacolacci, un poderosos no muerto que podía parecer un hermosos humano con la piel pálida; el eslovaco Lapsi, una criatura con tal fuerza que era capaz de masacrar a un pueblo entero en solo una solo noche; el que me llamo más la atención el Stregoni Benefici, un vampiro italiano que afirmaba estar del lado del bien, y que era enemigo a muerte de los vampiros diabólicos.
Aquella pequeña entrada hizo que soltara un sus piro de alivio, al menos solo una entrada afirmaba que los vampiros buenos existían.

Pero juntando todo eso, más lo que Leah me había contado…bueno agregando mis propias conclusiones y observaciones hacia la familia Cullen…no todo coincidía.
Los mitos hablaban sobre: inmortalidad, fuerza sobrenatural, belleza extraordinaria, piel pálida, velocidad.
Y ahora los criterios de Leah: beben sangre, enemigos de los licántropos, piel fría…inmortalidad. Había tantos mitos, pero no había uno solo que llenara mis expectativas. Frustrado y enojado apague la computadora. Me sentí ridículo, todo aquello era estúpido… ¿Yo estaba buscando información sobre vampiros?
¿Qué era lo que me estaba pasando? Que seguía después, que las voces que tanto escuchaban era solo un don, un don extraordinario que me convertía en un… Lector de mentes
Por el amor de Dios, este lugar me estaba volviendo loco, toda la culpa la tenía Forks. Maldito el día en que decidí venir a este asqueroso pueblo de porquería, maldito el día en el que mi madre se caso con Phil…éramos felices sin él, si él no hubiera conocido a mamá yo jamás hubiera decidido venir a vivir con Charlie. Maldita península de Olympic, por tener un lugar tan asqueroso como Forks. ¡¡¡Maldito Yo!!!¿Todo esto me tenía que pasar a mí?, de entre tantos…porque me paso a mi… ¿que tenía yo de especial?

Tengo que salir de aquí, pensé…tenía que salir de la casa, tenía que desaparecer…luego vino a mi mente el rostro triste y envejecido de Charlie…él no se merecía que le hiciera eso, el no se merecía que lo abandonara.

El piano, eso te relajara—me dijo mi yo interior. Si eso me relajara, pensé…pero luego vino a mi mente el recuerdo de Bella… cada vez desde que vine a Forks, ella había sido mi inspiración para tocar aquel viejo piano…mala idea, si toco el piano solo pensaria más en los vampiros.
— ¡Maldición! —dije. Tenía que salir, a donde sea, pero tenía que salir, me dirigí hacia la puerta de mi cuarto y tome un impermeable que estaba colgado en la puerta y me calzé unas zapatillas de lona. Baje las escaleras tan rápido que yo mismo me quedé sorprendido.
Salí hacia el porche de la casa sin molestarme en ver siquiera mi monovolumen…estaba muy nervioso como para conducir. Me dirigí en dirección del bosque y me puse el impermeable, caminé y camine hasta que me di cuenta de que me había alejado lo suficiente como para perderme. Me di cuenta de que había un sendero en aquel espeso y verde bosque, bueno no debe ser tan lejos, pensé…así que me limite a seguir el sendero hasta donde sea que me llevara, marche a paso lento para disfrutar el paisaje de Forks…nada nuevo, lo mismo de siempre…pinos, millones de altos y olorosos pinos, rocas, musgo por doquier, helechos…mas pinos.
Reconocí todas y cada una de las plantas del lugar, al parecer las enseñanzas de Charlie no se me habían olvidado del todo. Encontré un árbol caído, y decidí sentarme en el…aunque era gigante me las idea para subirme. El silencio reino, no pasos, no había cantos de aves, no había nada, a excepción de algunas que otras gotitas de lluvias que caían sobe las hojas de los arboles de alrededor.
Entonces allí entre los arboles me resultaba muy fácil creer en los disparates de los que me había avergonzado en casa. No sabía lo que lo que estos bosques habían presenciado, cuantos encuentros amorosos furtivos, cuantas leyendas…o tratados.
Así en ese silencio sepulcral, me formule dos preguntas de vital importancia…no quería contestarlas pero tenía que hacerlo.
Primero, tenía que decidir si lo que Leah me había dicho sobre los Cullen era cierto.
—No—me respondí—Es ridículo…los vampiros no exist…pero y si sí.
Me hice un recuento mental sobre lo que mis ojos habían visto: la increíble fuerza con la que detuvo la furgoneta, la velocidad con la que llegó y me rescato de aquel que pudo haber sido un fatal accidente, sus ojos marrones que cambiaban de color que cambiaban de claro a oscuro, su belleza, su piel fría y pálida y otros pequeños detalles. Pero había algo que me intrigaba… ¿Los vampiros sangran? No, idiota como van a sangrar si se supone que estan muertos, me dije a mí mismo. Los vampiros no pueden sangrar, eso es imposible, pero Bella sangró… y se suponía, según Leah, que los Cullen eran…bueno que eran eso. Se suponía que los Cullen eran Vampiros, pero Bella había sangrado, se había lastimado rescatándome, un humano se hubiera muerto instantáneamente…pero ella no…para ella solo fue un “rasguño”…entonces, me recordé del mal equilibrio de Bella, ella era muy torpe. Además Bella se sonrojaba, no del rojo extremo de Jessica, sino de un tono rosáceo pastel, entonces fue cuando recordé la frase de Leah:

Tienen consigo a una hembra que es de lo más rara…no es una de ellos, pero tampoco es humana. No se sabe a ciencia cierta la clase de abominación que sea ella”.

A excepción de Bella, sus hermanos si encajaban…aunque jamás los vi haciendo algo raro o algo fuera de lo normal, en si los hermanos de Bella de verdad solo socializaban con ellos mismos, tal y como recuerdo que Angela me dijo.
Pero… ¿Podrían ser los Cullen vampiros? O al menos todos ellos eceptuando a Bella…aunque no estaba seguro, en si estaba completamente seguro de solo una cosa; Bella no era humana…ella era algo, podría ser cualquier cosas menos humana.
Y mi siguiente pregunta, ¿Qué haría si ella…si Bella fuera…si Bella fuera Vampiro?
Tenía solo dos opciones; la primera, captar de una buena vez su aviso y alejarme de ella todo lo que fuese posible…evitarla a toda costa, no volver a dirigirle la palabra. Decirle que me retractaba de la idea de ser su amigo y decirle que no me hablara, que no me mirara, y que jamás me volviera a hablar en todo lo que restaba del año.
Mi corazón se contrajo de la agonía, mi corazón reclamaba el recuerdo de Bella…mi ser entero no podría vivir alejado de ella.
Mi segunda opción, no hacer nada…dejar que esto pasase como si nada, después de todo yo le debía la vida a Bella…ella no podría ser mala, me había salvado la vida. Solo estaba seguro de algo, de que en mi sueño yo no tenía miedo de Bella ni de sus afilados dientes, tenía miedo del aquel mundo…del mundo del que me había hablado Leah. Y grite de pánico y terror no por miedo de aquel lobo que intentaba protegerme sino por miedo de ella, de Bella…siempre seria ella.
Supe entonces que ya tenía mi respuesta. Ignoraba si en realidad habría tenido elección alguna vez.
Tenía la certeza absoluta de algo, que a pesar de lo aterrador de toda esta situación yo ya no podía estar un segundo más lejos de Bella, ya que cuando pensaba en ella, pensaba en esos hermosos ojos marrón chocolate, pensaba en su dulce y angelical sonrisa…pensaba en estar con ella por toda la eternidad, aunque esto fuera imposible para mí. Yo no podía vivir eternamente.
Decidí que ya era hora de marcharme, me sentía deprimido…tal vez esto se debía a la soledad del bosque o tal vez a que este siempre a sido mi carácter, por lo general siempre estaba deprimido.
Las gotas de lluvia caían cada vez con más fuerza así que me baje de aquel tronco caído y me puse en marcha. Camine y camine, me pregunte si algún día lograría salir del bosque, la verdad es que me había alejado demasiado, tal vez mi destino era perderme en aquel bosque, tal vez mi destino era morir en la soledad…en aquel horrible lugar que tanto detestaba pero a la vez que sin razón alguna me fascinaba.

—Bueno, dado que jamás saldré de este lugar…—me dije a mi mismo, pero entonces vi el jardín de Charlie a lo lejos. Salvado por un pelo, dije ocurrentemente mientras me reía de mis propias palabras. Entre rápidamente en la casa, pues afuera la lluvia había comenzado a caer torrencialmente, corrí hacia mi habitación y me quite el impermeable empapado al igual que mis zapatillas, busque unos zapatos secos y me los puse y escogí otra ropa pues la mía a pesar del impermeable estaba húmeda. Me puse a hacer todos los deberes para el instituto, hasta hice mi trabajo sobre Macbeth que tenía que entregar el miércoles próximo. Me fue fácil concentrarme en todas aquellas tareas, mi cabeza me decía que la decisión que había tomado era la más estúpida, pero mi corazón me decía que era la decisión correcta.
Me era ridículamente fácil vivir con esta decisión. Era lo correcto.

De ese modo, el día no tuvo nada más de especial. Terminé mi trabajo antes de las ocho. Charlie volvió a casa con abundante pesca, lo que me llevó a pensar en adquirir un libro de recetas para pescado cuando estuviera en Seattle la semana siguiente. Cocinar no era denigrante, después de todo yo seguramente no sería el más raro de todos los adolescentes de todo el mundo. Mi emoción irracional por aquel viaje no había cambiado en nada, a pesar que debería estar sumamente asustado después de aquella charla con Leah Clearwater. En verdad yo era un bicho raro, un bicho muy raro que escuchaba voces en la cabeza, un bicho que había descubierto que la chica que le gustaba era un vampiro, aunque esto aun no estaba confirmado, y en realidad no me importaba en lo absoluto, dentro de mi no había mas que emoción y alegría por aquel viaje a Seattle.
Dormí sin sueños aquella noche, rendido como estaba por haberme levantado el domingo tan temprano y haber descansando tan poco la noche anterior. Por segunda vez desde mi llegada a Forks, me despertó la brillante luz de un día soleado. Me levanté de un salto y corrí hacia la ventana; comprobé con asombro que apenas había nubes en el cielo, y las pocas que había sólo eran pequeños jirones algodonosos de color blanco que posiblemente no trajeran lluvia alguna. Abrí la ventana y me sorprendió que se abriera sin ruido ni esfuerzo alguno a pesar de que no se había abierto en quién sabe cuántos años estaba completamente seguro de que no se abriría, pero en fin ya nada me podría parecer raro.
Casi hacía calor y apenas soplaba viento.
Charlie estaba terminando de desayunar cuando bajé las escaleras y de inmediato se apercibió de mi estado de ánimo.
—Ahí fuera hace un día estupendo —comentó sonriente al verme en ese estado.
—Sí —coincidí—Al parecer Forks tiene días lindos después de todo—entonces le dedique una sonrisa.
Me devolvió la sonrisa. La piel se arrugó alrededor de sus ojos castaños. Entonces me di cuenta de que yo y Charlie teníamos casi la misma sonrisa, recordé la vez que mi madre me dijo que le encantaba la forma de mi sonrisa en ese entonces no entendí a lo que se refería, bueno ahora ya sabía…yo le recordaba a Charlie a pesar de que nuestro parecido físico era nulo. Pero seguro ya nada quedaba de aquel sonriente Charlie, desde que mi madre se había marchado se había llevado con ella toda la alegría de Charlie, todo lo que fue de aquel joven que seguramente fue buen mozo se había desvanecido dando lugar a unos cabellos que ya escaseaban en su frente y comenzaban a encanar con forme el pasar de los años. Según sabía por mi madre, Charlie y ella se había fugado cuando este tenía apenas dos años mayor que yo. Según ella Charlie tenía algo que ella no había visto en ningún otro hombre. A pesar de lo callado que Charlie solía ser, yo sabía que él era un buen hombre.
Desayuné animadamente mientras contemplaba revolotear las motas de polvo en los chorros de luz que se filtraban por la ventana trasera. Charlie me deseó un buen día en voz alta y luego oí que el coche patrulla se alejaba. Vacilé al salir de casa, impermeable en mano. No llevarlo equivaldría a tentar al destino. Lo doblé sobre el brazo y salí caminando bajo la luz más brillante que había visto en meses.
Baje del todo los dos cristales de las ventanillas del monovolumen. Fui de las primeras personas en llegar al instituto. No había comprobado la hora con las prisas de salir al aire libre. Aparqué y me dirigí hacia los bancos del lado sur de la cafetería, que de vez en cuando se usaban para algún picnic. Los bancos estaban todavía un poco húmedos, por lo que me senté sobre el impermeable, contento de poder darle un uso.
Había terminado los deberes, fruto de mi escasa vida social, pero había unos cuantos problemas de Trigonometría que no estaba seguro de haber resuelto bien y me puse a hacerlos , la verdad es que me encantaba estar así, en la soledad sin que nadie me molestase…aunque el precio a pagar sean unos cuantos locos ejercicios de trigonometría.

— ¡Hey, Edward! —oí gritar a alguien, y parecía la voz de Jess.

Al mirar a mi alrededor comprendí que la escuela se había ido llenando de gente mientras estaba allí sentado y distraído. Todo el mundo llevaba camisetas, algunos incluso vestían shorts a pesar de que la temperatura no debería sobrepasar los doce grados. Jessica se acercaba saludando con el brazo, lucía una falda jean de color caqui y una blusa color rosada. Se ve linda, pensé…pero Bella se vería mucho mejor.
Se sentó a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja y su largo cabello castaño reluciendo a la luz del sol. Estaba tan feliz de verme que no pude evitar sentirme satisfecho. Yo era en verdad una persona arrogante.

—No me había dado cuenta antes de que tu pelo es de color bronce—comentó mientras tocaba mi cabello con delicadeza. Vaya que ocurrencia la mía de comentar sobre cabellos justo ahora. dijo una voz, esa voz era la de Jess, pero ella ya no habia vuelto a abrir la boca.

—Sólo al sol, en realidad es que es una especie extraña de entre cobre y bronce. —dije sonriendo falsamente mientras ella seguía tocando o más bien acariciando mis cabellos.
Me sentí totalmente incómodo cuando paso sus dedos entre mis cabellos y los enredo. Ella se sonrojo y se retiro su mano inmediatamente.
—Hace un día estupendo, ¿eh? Dios como me he atrevido, ahora pensara lo peor de mi…que tarada soy.
—La clase de días que me gustan —dije mostrando mi acuerdo. Y si tal vez yo era capaz de leer los pensamientos…no seguro que no…ahora si me estaba volviendo loco.
— ¿Qué hiciste ayer? ¿Saliste a algún lugar o visitaste a alguien? Ángela me las pagara si le ha invitado a su casa o le ha visitado…ya verá.
El tono de su voz era demasiado posesivo.
—Me dediqué sobre todo al trabajo de Literatura, me sorprendió que nadie me visitara a mí. —dije esto tratando de proteger a Angela de la ira y los celos de Jess.
—Ah, sí... Hay que entregarlo el jueves, ¿verdad? Más le vale…
—Esto... Creo que el miércoles.
— ¿El miércoles? —Frunció el ceño—. Mal asunto. ¿Sobre qué has escrito el tuyo?
—Acerca de la posible misoginia de Shakespeare en el tratamiento de los personajes femeninos, como ya sabrás el no utilizaba mujeres para sus obras.
Me contempló como si le hubiera hablado en otro idioma.
—Supongo que voy a tener que ponerme a trabajar en eso esta noche —dijo desanimada—. Te iba a preguntar si querías salir…o bueno nose. Dios, al fin me he atrevido
—Ah. —Si no eran los pensamientos los que escuchaba…entonces que rayos era…no creo que Jess se hubiera atrevido a decir “Dios al fin me he atrevido” delante de mí. Completamente confirmado, Edward te has vuelto loco.
—Bueno, podíamos ir a cenar o algo así... Puedo trabajar más tarde. —volvió a decir ella insistentemente.
Me sonrió llena de esperanza.
—Jess... —odiaba hacer esto…pero no quería que Jess se confundiera—. Creo que no es una buena idea.
Se le descompuso el rostro.
— ¿Por qué? —preguntó con mirada cautelosa. Mis pensamientos volaron hacia Bella, preguntándome si también Jess pensaba lo mismo. Confirmara mis sospechas me dije retándome.
Debe ser por ella, por esa maldita rara…porque tuvo el que conocerla, seguro y ella se le ha ofrecido…odio a Isabella Cullen…odio a Isabella Cullen
—Creo…que a Mike le molestaría…—dije lo primero que se me había ocurrido es que yo estaba completamente en Shock… ¿había leído los pensamientos de Jess o qué rayos había sido eso?
Se quedó aturdida. Era obvio que no pensaba en esa dirección de ningún modo.
— ¿Mike?... ¿Mike Newton?... ¿Lo dices en verdad?
—Sí, de verdad, Jess, ¿estás ciega?
—Vaya —exhaló claramente confusa.
Aproveché la ventaja para escabullirme.
—Es hora de entrar en clase, y no puedo llegar tarde.
Recogí los libros y los introduje en mi mochila.
Caminamos en silencio hacia el edificio tres. Jessica iba con expresión distraída. Esperaba que, aquellos los pensamientos en los que estaba completamente inmersa, le condujeran en la dirección correcta. Pues los míos me conducían hacia la locura…cada vez que oía los pensamientos de Jess confirmaba que yo estaba en el camino de la locura. Pero lo raro es que los oía como si lo dijeran en voz baja…solo eran como murmuraciones…pero murmuraciones no escapadas de sus labios, sino de dentro de su cabeza.
Cuando vi a Mike en Trigonometría, desbordaba entusiasmo. Él, Eric, y Ben iban a ir a Port Angeles esa tarde para buscar sus esmóquines para el dichosos baile y quería que yo también fuera seguro para cerciorarse de que yo no iría, pero lo que más les entusiasmaba a Eric era volver a ver a la camarera de el restaurant que quedaba en la costa. Estaba indeciso. Sería agradable salir del pueblo con algunos amigos, pero Ben Cheney estaría allí y quién sabía qué podía hacer esa tarde... Pero ése era definitivamente el camino erróneo para dejar correr mi imaginación...
De modo que le respondí que tal vez, explicándole que primero tenía que hablar con Charlie. Me miraron con los ojos abiertos pero se guardaron sus palabras para ellos mismos…error, pensé para mí mismo.
¿Pedirle permiso a su padre?...ósea…cuántos años tiene Edward, ni que fuera un bebito. Ese seguro y era Mike.
Lo sabía, Edward Masen no es más que un niñito de papi…Angela se merece algo mejor, algo como yo tal vez…no había dudas ese era Ben Cheney.
La verdad es que me harte de escuchar tonterías y trate de pensar en otra cosa…así que me reí y les recordé que teníamos clase de Español.
No habló de otra cosa que del baile y de Jessica durante todo el trayecto hasta clase de Español y continuó, como si no hubiera habido interrupción alguna, cuando la clase terminó al fin, cinco minutos más tarde de la hora, y mientras nos dirigíamos a almorzar.
Estaba demasiado perdida en el propio frenesí de mis expectativas como para comprender casi nada de lo que decía, solo quería anular las voces que salían de dentro de él. Estaba extremadamente ansioso de ver no sólo a Bella sino a todos los Cullen, con el fin de poder contrastar en ellos las nuevas sospechas que llenaban mi mente. Al cruzar el umbral de la cafetería, sentí pánico y si los Vampiros sabían que lo sabía. ¿Serían capaces de saber lo que pensaba? Luego me sobresaltó un sentimiento distinto. ¿Estaría esperándome Bella para sentarse conmigo otra vez?
Fiel a mi costumbre, miré de reojo primero hacia la mesa de los Cullen. Un estremecimiento de pánico sacudió mi estomago al percatarme de que estaba vacía. Con menor esperanza, recorrí la cafetería con la mirada, esperando encontrarla sola, esperándome. El lugar estaba casi lleno —la clase de Español y Mike nos habían retrasado—, pero no había rastro de Bella ni de su familia. Me sentí vacio y sin ánimo.
Anduve vacilante detrás de Mike, sin molestarme en fingir por más tiempo que lo escuchaba.
Habíamos llegado lo bastante tarde para que todo el mundo se hubiera sentado ya en nuestra mesa. Esquivé la silla vacía junto a Jessica a favor de otra al lado de Angela, Ben Cheney me mataba con la mirada. Fui vagamente consciente de que Jessica estaba comenzando a ser amable con Mike, y de que el rostro de éste se iluminaba como respuesta. Tendría que aguantarme las voces.
Angela y Eric me hicieron unas cuantas preguntas en voz baja sobre el trabajo de Macbeth, a las que respondí con la mayor naturalidad posible mientras me hundía en las espirales de la miseria y la desolación. Eric me invitó a acompañarlos por la tarde, y ahora acepté, agarrándome a cualquier cosa que me distrajera.
¿Ben Cheney? ¿Quién era él para darme miedo?
Comprendí que me había aferrado al último jirón de esperanza cuando vi el asiento contiguo vacío al entrar en Biología, y sentí una nueva oleada de desencanto. Ella no vino.
El resto del día transcurrió lentamente, con desconsuelo. En Educación física tuvimos una clase teórica sobre las reglas del bádminton, cosa que yo sabía a la perfección, pero me mostré ausente toda la clase, mi mente vagaba por otros lugares.
Me alegré de abandonar el campus. De esa forma podría poner mala cara y deprimirme antes de salir con Mike y compañía, pero apenas había traspasado el umbral de la casa de Charlie, Eric me telefoneó para cancelar nuestros planes. Según él, Mike no podía pues había invitado a Jess a cenar. Al menos una buena noticia, Jess ya no sería un problema para mí.
Aquello me dejaba con poco que hacer para distraerme. Había pescado en adobo, con una ensalada y pan que había sobrado la noche anterior, por lo que no quedaba nada que preparar, lo de la cocina se me daba bien después de todo, aun así mi especialidad sin duda serian los huevos fritos con tocino.
Me mantuve concentrado en los deberes, pero los terminé a la media hora. Revisé el correo electrónico y leí los mails atrasados de mi madre y de mis amigos, que eran cada vez más apremiantes conforme se acercaban a la actualidad. Suspiré y tecleé una rápida respuesta.
Mamá:
Lo siento. He estado fuera. Me fui a la playa con algunos amigos y luego tuve que escribir un trabajo para el instituto.
Steve:
No, no tengo tu sudadera…por qué no buscas mejor en el desastre de cuarto que tienes…tal vez y con suerte la encuentres. No te he contestado por que estoy muy ocupado con los deberes de la escuela. Y no, no me gusta nadie.
Nick:
Deja ya de estar mandándome correo basura, maldito pervertido. Nick se que tienes la sudadera de Steve, devuélvesela, hazme ese favor. Y no, no estoy saliendo con nadie.
Mis excusas y mis mensajes eran patéticos.
Decidí matar una hora con alguna lectura que no estuviera relacionada con las clases. Tenía una pequeña colección de libros que me había traído a Forks. Escogí una recopilación de obras de Jane Austen. Lo seleccioné y me dirigí al patio trasero. Al bajar las escaleras tomé un viejo edredón roto del armario de la ropa blanca.
Ya fuera, en el pequeño patio cuadrado de Charlie, doblé el edredón por la mitad, lejos del alcance de la sombra de los árboles, sobre el césped, que iba a permanecer húmedo sin importar durante cuánto tiempo brillara el sol. Me tumbé bocabajo, con los tobillos entrecruzados al aire, hojeando las diferentes novelas del libro mientras intentaba decidir cuál ocuparía mi mente a fondo. Los más pasables eran Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad. Había leído la primera recientemente, por lo que comencé Sentido y sensibilidad, sólo para recordar al comienzo del capítulo tres que el protagonista de la historia se llamaba Edward. ¿Que acaso no pudieron ponerme otro nombre?…que se yo, hasta Bobby me sonaba lindo en lugar de “Edward” Enfadado, me puse a leer Mansfield Park, pero el héroe del texto se llamaba Edmund…y dale con los “Ed”. ¿No había a finales del siglo XVIII más nombres? O ¿Mi madre en que estaría pensando?
Aturdido, cerré el libro de golpe y me di la vuelta para tumbarme de espaldas. Me remangue las mangas de la ligera camisa celeste que llevaba y cerré los ojos. No quería pensar en otra cosa que no fuera el calor del sol sobre mi piel, me dije a mí mismo, en realidad tenía que darle aunque sea algo de color a mi blanca piel…raramente siempre fui el mas blanco en todo Phoenix, mejor dicho, en toda Arizona, es que mi madre era muy blanca, seguro y lo saque de ella. Me concentré de nuevo en el calor que me acariciaba los párpados, los pómulos, la nariz, los labios, los antebrazos, el cuello y calentaba mi camisa. Esta sensación sí que era relajante.
Lo próximo de lo que fui consciente fue el sonido del coche patrulla de Charlie al girar sobre las losas de la acera. Me incorporé completamente sorprendido al comprender que la luz ya se había ocultado detrás de los árboles y que me había quedado dormido.
— ¿Charlie? —pregunté, pero sólo oí cerrarse de un portazo la puerta de su coche frente a la casa.
Me incorporé de un salto, muy nervioso sin ningún motivo alguno para esto, recogí el edredón, ahora empapado, y el libro. Corrí dentro para echar algo de gasóleo a la estufa al tiempo que me daba cuenta de que la cena se iba a retrasar. Charlie estaba colgando el cinto con la pistola y quitándose las botas cuando entré.
—Lo siento, papá, la cena…se me olvido, lo siento. Me quedé dormido ahí fuera —dije reprimiendo un bostezo.
—No te preocupes —contestó—. De todos modos, quería enterarme del resultado del partido, ven a verla conmigo, traje sándwiches.
—Ah, claro—dije sorprendido y angustiado a la vez…de solo recordar el sabor de aquella pizza. No quería ni pensar en el sabor de aquellos sándwiches.
Vi la televisión con Charlie, después de todo los sándwiches no estaban tan malos, en realidad me encantaron. Él sabía que me gustaba el baloncesto, los resultados fueron horrorosos según Charlie. No obstante, parecía feliz de que hiciéramos algo juntos. A pesar de mi tristeza, me sentí bien por complacerle.
—Papá —dije durante los anuncios—, Mike y Eric van a ir a mirar unos trajes para el baile mañana por la tarde a Port Angeles y quieren que las ayude a elegir en si luego iremos a cenar o mirar una película. ¿Te importa que las acompañe?
—Mike Newton? —preguntó.
—Y Eric Yorkie.
Suspiré mientras le daba todos los detalles. Charlie era un sobreprotector de lo más fastidioso.
—Pero tú no vas a asistir al baile, ¿no? —comentó. No lo entendía.
—No, papá, pero las voy a ayudar a elegir los trajes, además no es por eso. Ya sabes, luego vamos a pasear por el centro y que se yo conocer algunas…chicas y llevarlas a cenar. —me estaba a punto de morir de la vergüenza, odia hablar de aquellos temas.
—Bueno, de acuerdo —pareció alegre cuando le mencione lo de las chicas—. Aunque, ¿no hay colegio por la tarde?
—Saldremos en cuanto acabe el instituto, por lo que podremos regresar temprano. Te dejaré lista la cena, ¿está bien?
—Edward, me he alimentado durante diecisiete años antes de que tú vinieras —me recordó.
—Y no sé cómo has sobrevivido —dije entre dientes para luego añadir con mayor claridad—: Te voy a dejar algo de comida fría en el frigorífico para que te prepares un par de sándwiches, ¿de acuerdo? En la parte de arriba.
—Me consientes demasiado, Ed.
Me dedicó una divertida mirada de tolerancia.
Al día siguiente, la mañana amaneció soleada. Me desperté con esperanzas renovadas que intenté suprimir. Como el día era más templado, me puse un polerón mangas largas de color azul oscuro, una prenda que hubiera llevado en Phoenix durante lo más crudo del invierno.
Había planeado llegar al colegio justo para no tener que esperar a entrar en clase. Di una vuelta completa al aparcamiento en busca de un espacio al tiempo que buscaba también el Mercedez negro, que, claramente, no estaba allí. Aparqué en la última fila y me apresuré a clase de Lengua.
Ocurrió lo mismo que el día anterior. No pude evitar tener ciertas esperanzas que se disiparon dolorosamente cuando en vano recorrí con la mirada el comedor y comprobé que seguía vacío el asiento contiguo al mío de la mesa de Biología.
El plan de ir a Port Angeles por la tarde regresó con mayor atractivo al tener Ben otros compromisos. Estaba ansioso por salir del pueblo, para poder dejar de mirar por encima del hombro, con la esperanza de verla. Me prometí a mí mismo que iba a estar de buen humor para no arruinar ni Eric ni a Mike el placer de la caza de trajes. Puede que también yo hiciera algunas pequeñas compras. Al parecer mi paseo a Seattle estaba oficialmente cancelado. Dios eso sí que me dolía. Sacudí la cabeza ante aquellos pesimistas pensamientos, la cita no estaba cancelada hasta que ella misma me lo dijera.
Mike me siguió hasta casa en su Suburban después de clase para que pudiera dejar los libros y mi coche. Me arregle el pelo a toda prisa mientras estaba dentro, sintiendo resurgir una leve animosidad ante la expectativa de salir de Forks. Todo lo que siempre he deseado desde que llegue aquí.
Sobre la mesa, dejé una nota para Charlie en la que le volvía a explicar dónde encontrar la cena, deje encima de ella mi horrenda mochila escolar y corrí a reunirme con Mike.
A continuación fuimos a casa de Eric que nos estaba esperando.

Mi animación crecía exponencialmente conforme el coche se alejaba de los límites del pueblo.

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