jueves, 30 de julio de 2009

Capitulo #5 "Grupo Sanguineo" Parte 2

Parte #2

"Grupo Sanguineo"

Ella no sabía en qué magnitudes catastróficas me había afectado el “te veré luego”…esa noche no iba a dormir de tanto pensar. Me dirigí a clase en silencio solo el golpeteo acompasado de mi corazón me acompañaba. Tuve suerte el señor Banner no había llegado a un. Me instalé rápidamente en mi asiento, consciente de que tanto Jessica como Ángela no dejaban de mirarme. Jessica parecía resentida y Ángela sorprendida.

Entonces entró en clase el señor Banner y llamó al orden a los alumnos. Hacía equilibrios para sostener en brazos unas cajitas de cartón. Las soltó encima de la mesa de Jessica y le dijo que comenzara a distribuirlas por la clase.

—De acuerdo, chicos, quiero que todos tomen un objeto de las cajas.

El sonido estridente de los guantes de goma contra sus muñecas hizo que mi cerebro reaccionara rápidamente y anotara la frase “peligro” en todo mi sistema nervioso.

—*El primero contiene una tarjeta de identificación del grupo sanguíneo —continuó mientras tomaba una tarjeta blanca con las cuatro esquinas marcadas y la exhibía—. En segundo lugar, tenemos un aplacador de cuatro puntas —sostuvo en alto algo similar a un peine sin dientes—. El tercer objeto es una micro—lanceta esterilizada —alzó una minúscula pieza de plástico azul y la abrió. La aguja de la lanceta era invisible a esa distancia, pero se me hizo un nudo en la garganta.

—Voy a pasar con un cuentagotas con suero para preparar vuestras tarjetas, de modo que, por favor, no empecéis hasta que pase yo... —comenzó de nuevo por la mesa de Jessica, depositando con esmero una gota de agua en cada una de las cuatro esquinas—. Luego, con cuidado, quiero que os pinchéis un dedo con la lanceta.

— ¡¡¡ ¿Qué?!!! —grito toda la clase.

Tomó la mano de Jessica y le punzó la yema del dedo corazón con la punta de la lanceta. Oh, no. Un sudor viscoso me cubrió la frente. De pronto todo me volvió a dar vueltas. Y con eso vinieron las voces.

está loco… ¿este viejo quiere matarnos o qué?

suena interesante, creo que lo hare.

Ni de guasa…jamás voy a hacer eso.

Las voces se iban intensificando mas y mas…en una de esas creí escuchar la de Mike…pero seguro seria solo mi imaginación el estaba atento mirando a el profesor sin siquiera abrir la boca.

Viejo…hoy tenemos bádminton, ¡necesitamos energía!

—Depositad una gotita de sangre en cada una de las puntas —hizo una demostración. Apretó el dedo de Jessica hasta que fluyó la sangre.

—Ouch—dijo ella haciendo una mueca de dolor exagerada. Jaja, no ha dolido nada.

—Y bueno, quien quiere ser el siguiente. —dijo el profesor Banner.

En ese instante alguien se desplomo a mi lado, era Angela que ahora lucia mas pálida que el papel pero eso no era nada a comparación de el color de los hermanos de Bella.

Instintivamente acudí rápidamente hacia ella y la cargue, el profesor Banner me dijo que la llevara urgentemente a la enfermería. Jessica me acompaño.

Como todo paso tan rápido y la adrenalina de la preocupación estaba a flote. Ni me di cuenta de que estábamos en la oficina. Yo llevaba a Angela dando zancadas delante del mostrador frontal en dirección a la puerta de la enfermería. La señora Cope, la recepcionista de rostro rubicundo, corrió delante de mí y Jessica para mantener la puerta abierta. La atónita enfermera, una dulce abuelita, levantó los ojos de la novela que leía mientras que yo llevaba a Angela en volandas dentro de la habitación y la depositaba con suavidad encima del crujiente papel que cubría el colchón de vinilo marrón del único catre. Luego me coloqué contra la pared aun queriendo calmarme entonces Jessica vino y me tomo del brazo, al parecer ella estaba llorando.

—Solo ha sufrido un leve desmayo — la tranquilizó la sobresaltada enfermera—. ¿En Biología están haciendo la prueba del Rh no es cierto? —nos pregunto. Estos jóvenes de ahora, se desmayan con tanta facilidad.

Jessica y yo asentimos.

—Siempre le ocurre a alguien.

—Quédate tendida un minutito, cielo. Se pasará. —le dijo la enfermera a Angela cuando esta recobro el conocimiento.

—Que me ha pasado…—balbuceaba Angela aun desorientada

La enfermera le comenzó a preguntar a Angela una infinidad de cosas. Jessica seguía apoyada en mi hombro cuando de repente alguien entro en la recepción, y preguntó por mí, aquella voz la hubiera reconocido en cualquier lugar.

—Edward Masen —repitió Bella preocupada.

—Si esta aquí querida pero me temo que no puedes pasar—le respondió la señora Cope.

—Pero ¿Por qué? ¿El está bien? ¿Le sucedió algo? —preguntaba Bella autoritariamente. El tono en el que ella lo hacía hizo que mi corazón diera brincos de júbilo en mi pecho.

— ¿Eso es todo? —pregunte a la enfermera. Ella entendió muy bien a donde quería llegar.

—Puedes regresar a clase —dijo la enfermera.

—Se supone que él y yo nos tenemos que quedar con Angela —le contestó Jessica con aquel tono suyo tan autoritario que la enfermera, aunque frunció los labios, no discutió más.

—Voy a traerte un poco de hielo para la frente, cariño —le dijo a Angela, y luego salió bulliciosamente de la habitación.

—Jess, deja que él se vaya…tú te puedes quedar conmigo. —dijo débilmente Angela. El rostro de Jessica hizo una mueca de disgusto pero al final asintió.

— ¿Estás segura Angela? —le pregunté. Dentro de mí deseaba que ella dijera que ya me podía ir.

—Claro Edward, puedes irte…anda…ve—dijo y me guiño un ojo. ¿Habrá sabido Angela que Bella me esperaba en el pasillo?

—Cuídate Angela…nos vemos luego Jess—dije mientras me dirigía hacia la puerta. Creí escuchar unas palabras de Jessica pero seguro y fue mi imaginación.

Al llegar a la recepción vi a Bella esperándome impaciente, me miro de arriba para abajo como si estuviera haciéndome un examen visual a fondo, cosa que me incomodo muchísimo y ella lo noto.

—Lo siento—dijo ella avergonzada.

—Tenías razón —le dije.

—Suelo tenerla, ¿sobre qué tema en particular en esta ocasión? —me dijo ella ahora más calmada.

—A veces faltar a clases es saludable.

—Ahí fuera hubo un momento en que me asustaste —admitió después de hacer una pausa. La voz sonaba como si confesara una humillante debilidad—. Creí que habías muerto y que la señora Cope me ocultaba tu cadáver.

—Ja, ja.

Continué mirándola.

—Lo cierto es que he visto cadáveres con mejor aspecto. Me preocupaba que tuviera que vengar tu asesinato. —dijo ella en un tono bastante desconcertante. —Estas tan pálido.

— Pero la verdad es que a mí no me paso nada, la que ha sufrido un desmayo a sido Angela Webber. Ya sebes me ofrecí a traerla y Jessica me acompaño

—Ella me odia por completo —dijo Bella alegremente.

—No lo puedes saber, tú no lees la mente. —le dije pero luego me pregunte si tal vez ella podía.

—Te lo aseguro, solo basta ver cómo me mira cuando estoy cerca de ti.

— ¿Cómo es que supiste de todo esto? Creí que te habías ido.

—Estaba en mi coche escuchando un CD. Muy buen CD, debo agregar.

Aquella respuesta tan sencilla me sorprendió.

Oí la puerta y abrí los ojos para ver a la enfermera con una compresa fría en la mano.

—Ahí viene otro — le avise, cuando me di cuenta de que traían Mike y Eric a Ben Cheney.

—Vaya, me alegra no haber ido a clases hoy—exclamo Bella mientras veía como Cheney era introducido a la recepción.

—y eso… ¿Acaso le tienes miedo a la sangre? —le dije entre risas, al parecer a ella no le pareció gracioso.

—No—respondió secamente.

—Lo siento—dije avergonzado—no quise ofenderte.

—Oh, no me ofendes en lo absoluto—dijo ella rápidamente.

La verdad es que cuando Bella se ponía nerviosa o se alteraba se veía más linda. ¿Podría haber alguien más hermosa que Bella en el mundo?...no al parecer, no.

—Bueno, creo que debo volver a clase—añadí sin ánimo.

—Pero…y si te pasa algo—dijo Bella desesperada.

—Que me va a pasar…Bella, es solo sangre. —dije sonriendo.

—Preferiría que no fueras a clase hoy. Bueno hazme caso por lo menos esta vez Masen.

—En primer lugar, soy Edward. E-D-W-A-R-D— le recordé algo molesto—odio que me digan Masen. ¿Te gustaría que te dijera Isabella todo el tiempo?

Ella solo sonrió y afirmo.

—Está bien, Edward, ya no te diré Masen. Pero pobre de ti que me digas Isabella—me amenazo juguetonamente.

—Bueno, ya que no quieres que vaya a clase ¿Qué hacemos? —pregunte dudoso.

—Ven, acompáñame—dijo ella mientras me tomaba de la mano y me conducía hacia afuera. Su toque fue gélido a pesar de los guantes de lana que traía puestos.

Me llevó al estacionamiento y nos dirigimos en dirección de su lujoso coche. La lluvia caía torrencialmente. Típico de Forks.

— ¿A dónde me llevas Bella? —pregunte temeroso porque ella se enfermara bajo aquel mangón que ahora nos mojaba.

—Tranquilo, nada te va a pasar. Bueno si quieres nos quedamos aquí. —me respondió ella. Al menos me dio opción de elegir.

—No, vamos. Pero no nos alejaremos del instituto ¿no? —pregunte buscando con la mirada a mi viejo, pero especial monovolumen.

— ¿Tienes miedo que te lo roben? Creo que más cosas hallarían y ganarían robando chatarra —dijo ella burlescamente. Eso me enfado. Odiaba que bromearan con mis cosas.

—Bella—respondí enfadado—yo no tengo todo el dinero que tú tienes, yo no puedo comprar un Mercedez de último modelo ya que mis recursos son limitados—mi respiración se hizo irregular, cielos no podía creer que ese tonto comentario me haya enfadado tanto—Busca mejor a otra persona para tus escapadas de clase.

—Lo siento—murmuro ella sonriendo. Eso me enfado mucho más. Así que me separe de su agarre y me dirigí hacia mi coche.

—Edward, espera—grito ella detrás de mí.

A parte de que se burlaba de mi coche… ¿tenía ella el descaro de pedirme que la acompañara a nose donde?...eso era pasarse de la raya.

Gracias a mi velocidad llegue antes a mi coche, voltee y vi que ella venia siguiéndome. Trate de subirme a la cabina lo más rápido posible para que ella no pudiera impedirme la huida.

—Edward. —Gritaba ella a lo lejos. De pronto tropezó con una gran piedra. Hasta el más ciego hubiera podido esquivar esa piedra. Me sorprendió mi reacción, me baje rápidamente del monovolumen y me dirigí hacia donde estaba ella.

—Bella, Dios santo ¿estás bien? —pregunte angustiado, levantándola del suelo.

—Si estoy bien, Edward…lo que pasa es que soy algo descoordinada…nada del otro mundo—decía ella mientras sacudía las manchas de agua negruzca marcadas en sus jeans.

—Dios, me asustaste Isabella. Creí que te habías lastimado.

— ¿Isabella? —me dijo ella mirándome con enfado.

—Lo siento, Bella—me corregí—No me lo puedo creer. —sonreí mientras le ayudaba a acomodarse sus cabellos. Eso la hizo sonrojarse. Bueno al menos hizo que ella tomara algo de color.

— ¿Qué es lo que no te puedes creer? —inquirió ella.

—Que tú me salves de furgonetas con tu súper fuerza y todo eso…pero a la hora de caminar seas un desastre.

—Ja, ja. Ja—dijo ella.

—Bueno…lo mejor será que me vaya a casa—dije con desgano.

—Nada de eso…vendrás conmigo—dijo ella sujetándome de mi chaqueta. Asentí porque sabía que una pelea con ella era cosa de nunca acabar.

—Pero luego volvemos por mi auto ¿Te parece?

—No te preocupes, le diré a Alice que lo recoja y te lo lleve—dijo ella feliz.

—Bueno. No tenía nada que perder.

Me subí a su coche con la ropa totalmente empapada, hasta me daba vergüenza sentarme en aquel magnifico coche negro azabache y mojarlo.

—No te preocupes, siéntate con confianza—dijo ella una vez que hubo entrado en el coche.

—Claro—respondí automáticamente. Allí dentro todo era cálido y confortable, mi piel helada por la lluvia ahora se estaba calentando. Ella miraba hacia la carretera mientras me llevaba a no sé dónde. No estaba asustado, el estar con ella hacía que me sintiera bien, muy bien. Por lo menos con ella no había voces.

—Cuéntame algo sobre ti—dijo ella en tono autoritario. La mire unos segundos…su rostro estaba tenso pero aun así estaba hermosa. Era imposible no reaccionar ante la belleza de Bella. La lluvia emborronaba todo el paisaje más allá de la ventanilla hasta convertirlo en una mancha de tonalidades grises y verdes. Comencé a darme cuenta de lo rápido que íbamos, pero, no obstante, el coche se movía con tal firmeza y estabilidad que no notaba la velocidad, salvo por lo deprisa que dejábamos atrás el pueblo. Ella esperaba impaciente mi respuesta, así que comencé:

—Bueno, soy un muchacho cualquiera…vengo de Arizona soy algo tímido con la gente que no conozco…pero mi problema es que a veces hablo mucho, demasiado por así decirlo. Mis mejores amigos en todo el mundo son Steve y Nicholas, los conozco desde siempre—me estremecí ante el recuerdo de mi tosca infancia.

— ¿Te llevas bien como tu madre? ¿Cómo es ella? —pregunto Bella. Me di cuenta de que íbamos en dirección de la casa de Charlie…esto se me hacía muy raro.

—Mi madre es…no se… una madre…es buena, cariñosa…algunas veces hace cosas tontas y sin sentido, pero es la mejor persona que conozco—un sentimiento de tristeza paso por mi pecho—Mi madre luce casi como yo, solo que en versión femenina…tiene los ojos azules y tiene mi mismo color de cabello…es alta, es bueno que mas quieres que te diga—sonreí a medias.

—Edward, ¿Alguna vez alguien te dijo que tienes la sonrisa torcida? —me pregunto ella mirándome fijamente a la cara.

—Bueno…eres la primera que me lo dice—respondí.

—Volviendo al tema de tu madre… ¿Por qué ya no estás con ella? ¿Por qué te viniste a vivir a Forks?

—Pues porque mi madre se volvió a casar…y bueno ella no era feliz porque su esposo, Phil, casi nunca paraba en casa ya que él es jugador de beisbol…mi madre no podía acompañarlo nunca a sus entrenamientos ni a sus viajes de temporada ya que yo me quedaría solo en casa, bueno eso según ella.

—Por eso decidiste venir a vivir a Forks, para que tu madre se fuera de viaje con Phil. Eso me parece injusto—dijo ella meneando la cabeza en señal de desaprobación.

— ¿Injusto? —dije extrañado.

—Sí. Ahora el infeliz eres tú, ahora tu mamá es feliz…pero a qué precio.

Aquel comentario me molesto, pero trate de ocultarlo. No era momento de pelear con Bella.

—. Quiero que sea feliz, y Phil es lo que ella quiere… supongo que así es el amor—mire de soslayo. Ya nos habíamos detenido. Como pensé… en frente de mi casa.

—Eso es muy generoso por tu parte... Me pregunto... —murmuró ella.

— ¿El qué? —pregunté.

— ¿Tendría ella esa misma cortesía contigo, sin importarle tu elección? —el tono de su voz su claro y conciso. La sinceridad de sus preguntas me daba miedo.

Nuestras miradas se encontraron.

—Eso creo, bueno nose…tal vez me equivoque, pero, después de todo, ella es la madre. Es un poquito diferente. —reflexione ante mis propias palabras.

—Entonces, nadie que se extravagante —se burló y se mordió el labio inferior.

Le respondí con una gran sonrisa.

— ¿A qué te refieres con extravagante? ¿Con pelucas coloridas y con demasiado maquillaje? ¿ o chicas góticas?

—Supongo que ésa es una posible definición.

— Y bueno… ¿Cuál es la tuya? —le pregunte ansioso por conocer la respuesta.

Pero ignoró mi pregunta y me respondió con otra.

— ¿Crees que puedo llegar a ser extravagante?

Enarcó una ceja. El tenue rastro de una sonrisa iluminó su rostro. Vaya que se veía terriblemente hermosa cuando sonreía así.

—Eh... Creo que puedes hacerlo si te lo propones y le echas mucho esfuerzo.

— ¿Ahora luzco extravagante?

Yo respondí rápidamente. Ella jamás seria extravagante, ella era demasiado fina y hermosa para serlo.

—No.

La sonrisa reapareció e iluminó su delicado rostro.

—Bueno, ¿vas a contarme algo de tu familia? —pregunté para distraerla—. Debe de ser una historia mucho más interesante que la mía.

Se puso tensa de inmediato. Creo que debí callarme, pensé.

— ¿Qué es lo que quieres saber?

— ¿Te adoptaron los Cullen? —pregunté para comprobar el hecho.

—Sí.

Vacilé unos momentos. — ¿Qué les ocurrió a tu padres?

—No lo sé…y no es que esta emocionada con saberlo —contestó con toda naturalidad.

—Lo siento, no fue mi intención preguntarte algo que te lastimara —murmuré.

—En realidad, no me lastima. Carlisle y Esme llevan siendo mis padres desde hace mucho tiempo y no concibo la idea de otros padres mejores que ellos dos.

—Y tú los quieres mucho —no era una pregunta. Resultaba obvio por el modo en que hablaba de ellos.

—Sí —sonrió —Ellos son los mejores del universo.

—Eres muy afortunada, tienes padres tan buenos y que seguro te aman mucho. —afirmé.

—Sé que lo soy.

— ¿Y tus hermanos?

Lanzó una mirada al reloj del salpicadero.

—A propósito, mis hermanos se van a molestar bastante si tienen que esperarme parados bajo la lluvia…en especial Rosalie.

—Oh, lo siento. Supongo que debes irte. —dije apesumbrado y rápidamente me acomode mi cabello mojado.

—Y tú probablemente quieres recuperar el coche antes de que el jefe de policía Masen vuelva a casa para no tener que contarle sobre tu fuga del instituto.

Me sonrió.

—Ya lo debe de saber. En Forks no existen los secretos —suspiré. Me esperaba una buena regañiza.

Rompió a reír. La risa de Bella era como escuchar el hermoso canto de los pájaros.

—Diviértete en la playa... Que tengáis buen tiempo para tomar el sol...ya que estas muy pálido —me deseó mientras miraba las cortinas de lluvia. ¿Cómo se entero lo de la playa?

— ¿No te voy a ver mañana?

—No. Alice y yo vamos a adelantar el fin de semana. Ya sabes cosas de chicas.

— ¿Qué es lo que vais a hacer? Van de compras o a algo más.

Un amigo puede preguntar ese tipo de cosas, ¿no?

Esperaba que mi voz no dejara traslucir mi preocupación.

—Nos vamos de excursión al bosque de Goat Rocks, al sur del monte Rainier.

—Ah, vaya, diviértete.

—Claro que lo hare, no te preocupes—dijo ella burlonamente.

— ¿Querrías hacer algo por mí este fin de semana?

Asintió confundida.

—No te ofendas, pero pareces ser una de esas personas que atraen los accidentes como un imán. Así que...por favor…no hagas nada estúpido.

Esbozó una sonrisa malévola.

—Veré qué puedo hacer —contesto divertidamente, mientras yo salía del Mercedez bajo la lluvia de un salto. Mire al coche con enojo. Aun le traía ganas a ese coche…algún día me las pagaría. Bella aún seguía sonriendo cuando se alejó al volante de su coche.

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